Catorce horas y 300 Km. más al norte y llegamos a nuestro siguiente punto de retiro vacacional, la isla de Ometepe, que según dicen los lugareños es la isla en un lago de agua dulce más grande del mundo, no sé si será cierto o no, pero lo que estoy seguro es que es un sitio muy bonito.
La isla se compone de dos volcanes bastante grandes unidos por sus coladas formando una figura de sujetador, si estuviera en la Alcarria lo llamarían las tetas de Nicaragua.
Estuvimos seis días donde vimos, bosques nublados muy bonitos, cascadas muy bonitas, lagos muy bonitos (lagos dentro de una isla dentro de una lago), islas muy bonitas (islas dentro de lagos dentro de una isla dentro de un lago) y puestas del sol de esas a las que hago fotos para que algunos se rían mientras otros dicen ¡qué bonito!
Un día alquilamos un kayak de dos plazas y comprobé que el remo tampoco es lo mío en cuanto a deporte se refiere, creo que por lo comprobado hasta ahora, sólo me queda que se me dé bien el dominó, porque para todo lo demás, definitivamente no tengo condiciones. Aún así con el kayak llegamos a una pequeña isleta llamada la Isla de los Monos y que debería llamarse la isla del doctor Mureau, porque los monos de allí son más bien mutantes y si no llega a ser por un rápido movimiento de remo, se abría subido al kayak instantes antes de haber leído un letrero: No acercarse, los monos muerden.
En Ometepe, cogimos el autobús más lento de cuantos hemos visto. Si ya sé que eso puede parecer imposible leyendo lo de 14 horas 300 Km. y cosas así, pero es que aquí cogimos uno con una marca de 40 Km. en cuatro horas, ¡Joder! ¡Si hasta yo hice la maratón más rápido!
Ayer llegamos a Granada, ciudad colonial muy bonita, (si alguien viene por aquí algún día le recomiendo el hotel Oasis, una casa colonial preciosa con unos patios increíbles, con Internet y llamadas a USA gratis, ya he llamado a Fran y ahora estoy buscando amigos de USA a los que llamar) que parece que es la ciudad más antigua de América.
Después de 12 días sin conectarme al correo electrónico, veo con sorpresa que casi todos mis amigos y familiares han tenido serios problemas que les ha impedido tan siquiera contestar mi anterior misiva; lástima esperaba noticias frescas. Pero eso no es lo malo, cuando entro en mi correo, veo que tengo 18 mensajes nuevos, ¡bien!, pienso, cuando abro la bandeja de entrada veo que sólo tres son de amigos y familiares, los demás son de torturólogos pidiendo información sobre la playa de la reserva.
Después de Granada fuimos a Managua, ciudad bien rara, por decirlo rápido, si bien, decir de Managua que es una ciudad, es mucho decir. Es verdad que tiene mas de un millón de habitantes, pero por ningún sitio ves lo que cualquier ciudad de ese tamaño tiene, mucha gente, muchos coches, muchas casas aglomeradas... Managua parece un barrio residencial de chalets, pero con mucha basura y poco dinero, con muchos mendigos y pocos BMW.
La impresión al llegar fue horrible, eso, unido a lo supuestamente insegura que es, nos hizo encerrarnos en un centro comercial hasta la salida del próximo autobús unas horas mas tarde. Es triste que el lugar mas seguro en una gran ciudad de América sea un asqueroso centro comercial, aunque parece lógico pues, que haya tanta gente y sean los lugares de reunión social.
Esa noche salimos a Bluefields, lugar legendario y algo mítico del caribe nicaragüense; hacen falta nueve horas de bus y cinco de lancha para llegar allí. Cogimos el bus con dirección a Rama donde nos esperaba una lancha que nos llevaría hasta Bluefields. El taxista al que confiamos nuestro recorrido hasta la estación de buses en Managua se llamaba, al loro, Pánfilo ( lo juro, tengo su tarjeta, ya os la enseñaremos), y no lo parecía mucho ya que a lo tonto nos sacó 15 dólares por un viaje que seguro que costaba menos de la mitad (incauto turista...). A su favor está que no nos robó.
El bus a Rama era, como decirlo, demasiado grande para ir por un camino de piedras durante ocho horas y demasiado pequeño para toda la gente y equipaje que debía llevar hasta allí; así que imaginaos el viajecito que tuvimos, de 9 de la noche a 4 de la mañana. Por supuesto de dormir ni hablamos.
La llegada a Rama, la bajada del autobús y el abordaje al bote para Bluefields requeriría de la habilidad literaria de Cervantes para ser descrita en su justa medida. Mi habilidad literaria da para dos palabras: Im presionante.
Aquello era un caos digno de mercado oriental. Pero allí descubrí, como es posible que cuando un minúsculo bote se hunde en un minúsculo lago de un minúsculo país y la noticia transciende al mundo entero por el elevado numero de muertos, (¿tendrá las agencias de prensa, algún baremo según el cual la importancia y difusión de la noticia se correlacione con el numero de muertos?), se conozcan con exactitud el nombre de los muertos y sus números de pasaporte en caso de haber extranjeros (incautos turistas...).
El milagro es como sigue.
Tu vas en un autobús en España, Europa y supongo que EEUU y demás países del primer mundo y a nadie se le ocurre pedirte el pasaporte o DNI. Y esto se puede generalizar para taxis, trenes, embarcaciones de todo tamaño y calado. Sin embargo, en los países subdesarrollados, donde la burocracia se correlaciona negativamente con el nivel económico, a nadie se le ocurre venderte un billete, por corto que sea el trayecto, sin pedirte el pasaporte y anotarlo en la lista de pasajeros.
Pero esto no es todo.
Cuando subes al bus, o cualquiera que sea el transporte de turno, una persona sube contigo, y no me refiero al predicador ni al niño de los helados ni la señora vendiendo papas, yuca, chicharrones, y pasa lista como en el cole.
Bueno, pues en Rama, nos apuntamos a la susodicha lista, al entrar al "puerto" y al embarcar. Cinco minutos después, una "azafata", pasa lista para verificar los viajeros y antes de zarpar, vuelve a comprobarla, no vaya a ser que alguien se haya podido mover entre cien mil bultos, maletas y gordas muy gordas, (¿por qué las muy gordas viajan tanto?, y ¿por qué hay tantas negras tipo mami de la señorita Scarlatta?), y demás enseres que es imprescindible llevar en tan cómodos trayectos, como el triciclo del niño, el colchón de matrimonio o la jaula de las gallinas, con las gallinas (elementos reales sacados de una muestra aleatoria de cualquier viaje centroamericano). Así que después de habernos "chequeado" tres veces en un mismo bote, partimos hacia nuestro destino.
Muy malos serian si se hunde y son incapaces de decir quien iba en ese bote, ¿no?
No es lo mismo en España, un bus vuelca, hay 50 muertos y tienes que disputar los restos mortales con 50 familias localizadas por 50 DNI encontrados siempre lejos de los cuerpos a los que pertenecían (curioso hecho científicamente probado, todo fallecido en un accidente de tráfico masivo, fallece descalzo y sin documentación en los bolsillos, que aparece a al menos 10 metros del cuerpo).
En este punto me doy cuenta que he escrito sobre muertos en dos cartas consecutivas y me pregunto si tendré algún problema serio del tipo "en ocasiones veo muertos"...
Llegamos a Bluefields y no nos pareció muy acogedor así que como no estabamos cansados de lancha, decidimos irnos a Pearl Lagoon, una hora y media más en lancha… y allá llegamos.
Todo el Caribe nicaragüense jamás ha estado bajo el mandato español, era territorio de los piratas ingleses y es el motivo por el que el inglés es el idioma predominante, si bien, después de la independencia, el gobierno criollo impuso el español en todo el territorio, por lo que la gente de acá es bilingüe.
Pero aquí bilingüe adquiere otro significado, no es como Mónica, que habla inglés y español como lenguas materna y paterna, no.
Bilingüe es el que habla dos lenguas, pero a la vez.
Así por ejemplo la gente te pregunta si vas a ir a Pear Lagonn en bote como sigue: You going Pearl Lagonn en panga? para los despistados panga es bote en español de acá y para los listillos que estudiaron inglés en el colegio comentarles que ellos no usan verbos auxiliares como el To Be, cosa que me parece muy bien, por cierto.
Luego además incorporan palabras de un lenguaje a otro sin el menor rubor y sin el menor rubor te dicen que I'm vagosing around, esto es, estoy haciendo el vago. Además su pronunciación es un tanto peculiar; por ejemplo en el bote a Pear Lagon dos personas hablaban de un autobús que les hacia la vida imposible y que les exigía demasiado y que si se retrasaban un poquito al llegar al trabajo ya se la montaban. En un principio puedes pensar que el sistema de transportes de estos lares es realmente malo y complicado, pero enseguida te percatas que ellos dicen "boss" como "bus" con lo que todo queda más claro y quitas responsabilidades a los desdichados autobuses.
Después de Pearl Lagoon fuimos a Corn Island, otro sitio ideal para montar una academia de idiomas.
Corn Island son en realidad dos islas, la "Big" y la "Little", primero fuimos a la "Big" que es donde llega el avión (nos apuntamos en tres listas, por increíble que parezca y nos "chequearon " en las tres).
Nada más llegar fuimos a la playa a dar una vuelta y nos encontramos con una pequeña cabaña de lata con un rotulo que decía: Hospedaje de Tortugas, y una flecha; al principio nos pareció un extraño nombre para un hotel; poco más adelante vimos el hospedaje y era realmente para tortugas, tortugas marinas, concretamente verdes.
Había como veinte tortugas dadas la vuelta y con las aletas cosidas las delanteras con las traseras, listas para ser despiezadas y vendidas.
Eso es humor negro y no lo mío, imagínate que vas al matadero y pone "Hospedaje de Vacas", para cuando las vacas se percatan donde se han metido, el eufemismo las ha matado, pero no de risa precisamente.
El caso es que allí había unos gringos, que a golpe de talonario o de tarjeta, habían pagado 2000$ para liberarlas, y allí estaban en plan "Liberar a Willy I, II y III" todo orgullosos y asegurando que las tortugas al entrar en el mar se daban la vuelta, sacaban la cabeza y les miraban agradecidas.
Poco después, otros pescadores se percataron del percal y nos ofrecieron una carey ( especie en grave peligro de extinción gracias a los peines y gafas de nuestros padres y de muchos pijos que aun hoy, compran gafas de Gucci y Armani a pesar de estar prohibido y ser prohibitivo) por solo mil pesetas. Por supuesto no caímos en la trampa.
Ya, está claro que mil pesetas no es nada, pero comprando las tortugas como lo hicieron los gringos o como lo podíamos haber hecho nosotros, no solo no mejoras el problema sino que lo fomentas. Las tortugas van a ser pescadas de nuevo al día siguiente y tu dinero estará mejor invertido en colaborar con algún programa de conservación de tortugas marinas (¿alguien conoce uno?).
Fue una situación bastante triste, yo no paré de hacer fotos como un loco y Mónica no paró de jalar de las aletas de las tortugas para llevarlas al mar. Aquello nos dejó bastante descorazonados, siete meses trabajando con animales como ese para que luego se conviertan en sopa. Eso si que es una bofetada de realidad; como dijo un famoso conservacionista, no hay conservación donde hay hambre.
El problema es que comerse ciertos recursos, lejos de solucionar el problema, lo acentúan y eso, obviamente, no lo sabe la gente que pasa hambre, ni le importa.
Al día siguiente fuimos a buscar otro alojamiento ya que no nos gustaba el que teníamos (dejo a los morbosos que vuele su imaginación sobre como sería para que saliéramos de allá). Llegamos al Nautilus, una casa donde además de alojarnos nos dejaban cocinar nuestra comida ( liberación de la esclavitud del arroz y los frijoles) y además nos llevaban a bucear.Hicimos dos inmersiones en una zona donde, según nos indicaron, se veía pescado grande. Así que vimos, mucho pescado grande, tiburones toro, tiburones nodriza, otros tiburones, rayas, y peces muy grandes que no eran ni tiburones ni rayas.
También hicimos buceo por nuestra cuenta sin bombonas, solo con el tubo y la verdad es que se ven muchas cosas, arrecifes de colores y peces, también de colores.
Tras la experiencia en "Big" nos fuimos un par de días a "Little". Aquello es otro ambiente completamente distinto.
Llegamos a "Derek's Place" un sitio muy bonito de un gringo y una catalana que no para de hablar. Eran unas cabañas de bambú y hoja de palma justo frente al mar cristalino lleno de arrecifes y playa de arena blanca. Al lado había otro sitio, "Ensueños", de un madrileño, con un sentido de la construcción bastante gaudiano, sus cabañas eran increíbles ejercicios de imaginación y las charlas con el dueño me recordaban a aquellas que a veces tienes con Fernando el de "Arrebato" cuando ya son las 4 de la mañana y acaba de leer un libro de metafísica India justo después de una articulo de física cuántica. Interesantes, muy interesantes.
Ana, la catalana, nos preparó una comida muy rica que nos recuerda lo bien que se come por allí, todo aderezado con aceite de oliva que le envía su madre (¿escolti tu, se lo cobrará?)
Si alguna vez vais a Corn Island, os recomiendo que paséis más tiempo en la pequeña. Os lo digo yo, que pase mas tiempo en la grande.
Regresamos a Managua volando (literalmente, ya está bien de buses y pangas) y de allí nos fuimos a Tegucigalpa, Tegu para los hondureños. Allí no pasamos más que el tiempo justo para ir a La Ceiba, al norte de Honduras y desde donde se pueden hacer un montón de cosas, entre ellas ir a las islas de la Bahía, Roatán, Utila y Guanaja.
Ante la imposibilidad de ir a todas, decidimos ir a Roatán, lugar donde transcurrirá la siguiente carta.
Mientras tanto, que sepáis que ya hemos quedado con Fran en la Ciudad de Guatemala el día 20 de Noviembre y espero que no pase como con Alvaro en Praga...
"Hola a todos todas" es el título de las cartas (de las de antes) que mandaba desde Costa Rica, adónde emigré en 2003, y que iban dirigidas a todos y a todas. Desde entonces he vivido en Ecuador, México y Mozambique y actualmente vivo en Kenia, desde donde escribo y cuelgo fotos a modo de ampliación de memoria. Disfruta, lee y comenta... o no. Besos y abrazos a todas todos.
30 octubre 2004
10 octubre 2004
Refugio de Vida Silvestre de Ostional
Tras siete meses trabajando diariamente con tortugas, la mayoría de la gente tendría pesadillas con playas llenas de tortugas que salen sin parar y a las que no tienes tiempo de contar y mucho menos para marcar.
Pues ese, ese era nuestro primer objetivo de las vacaciones, hacer nuestras pesadillas realidad.
Fuimos a la playa de Ostional, (lo más adecuado según convenimos para nuestras vacaciones era ir a la playa), donde se da un fenómeno llamado arribada, donde las tortugas llegan de miles en miles en lugar de una en una, así en los cuatro días que estuvimos allí, se contaron más de 160 mil tortugas.
Estuvimos en la Estación Biológica Douglas Robinson de la Universidad de Costa Rica, colaborando voluntariamente para el censo de la arribada. El censo consistía en recorrer un trozo de playa de unos 1000 metros en unos 10 minutos y contar todas las tortugas que salen del mar, sólo las que salen; una vez que llegas al final, esperas otros 10 minutos y comienzas de nuevo, así toda la noche, todas las noches. Allí nos organizaron en turnos de 2 horas, pero como nos parecía poco decidimos proponer al coordinador hacer turnos más largos con el objeto de que la gente descansara más de seguido. Por supuesto aceptó en cuanto se percató que le excluíamos a él del conteo. Así que aproximadamente hacíamos 10 Km. por noche, si no llovía…
La cuarta noche me tocó el turno de las 20:30h. Estaba lloviendo bastante, crucé un pequeño arroyo para llegar a donde teníamos que comenzar el transecto, relevé al voluntario (Ramón, que había estado con nosotros como asistente en Pacuare; si es que hay mucho masoquista...) que hacía el turno anterior y empecé el mío.
Seguía lloviendo, cada vez más. Empezó una tormenta y después de cada rallo contaba los segundos para calcular la distancia a la que estaba, había decidido abandonar la playa si había menos de 4 segundos. En una playa, tú eres el punto más alto. Después de contar dos veces tan sólo tres segundos me dije, la próxima sí que sí.
No hubo próxima.
A eso de las 23:00 debía entrar Mónica, pero el pequeño arroyo había tomado aires de grandeza y se había convertido en un impetuoso río que arrastraba todo tipo de troncos y basura, imposible de cruzar. Además, los troncos se confundían con cocodrilos y… bueno, quizá hubiera podido esquivar troncos y nadar a contracorriente, pero además apartar a manotazos cocodrilos se escapaba de mis posibilidades.
Grité a Mónica que no cruzara el río, cosa que desde luego no pensaba hacer, y desde la otra orilla alguien al que no se le escapa una, me gritó: ¡No se puede pasar! ¡Haga el conteo toda la noche!
Desde luego no sonaba muy alentador, ya llevaba tres horas caminando y cada vez había menos tortugas y más lluvia, pero como no había otra opción seguí con el transecto. Cada vez que llegaba al río echaba un vistazo y cada vez tenía más claro que estaría allí toda la noche contando tortugas.
A partir de la una de la mañana, 5 horas en la playa, se unió un nuevo elemento a la situación, ¡perros asilvestrados!
Ya sabéis que si de mi dependiera, mataría a todos los perros sin dueño del mundo, son lo peor para la fauna salvaje, bueno, lo peor son los gatos la verdad, pero al menos tienen el pelo más suave y no les canta el aliento.
El caso es que además de contar tortugas, mojarme, mortificarme con la última frase oída (¡haga el conteo toda la noche!), debía vigilar que un perro no me mordiera el culo, o tres perros y un culo. Así que en una mano llevaba la linterna para contar las tortugas, en la cabeza el frontal para apuntar al otro lado para vigilar los perros (vale, admito que quizá conté un perro por una tortugas), en la otra mano un palo bien grande, blandido con la firmeza suficiente para, al menos, morir luchando, y colgado en bandolera, un bolso con una libreta y un lápiz para apuntar las tortugas de cada conteo.
A la 1:30 ya estaba de vuelta de nuevo en el río, en el último conteo ya no había salido ninguna tortuga, lo que significaba que por ese día había acabado la arribada y que podía volver a la estación a descansar.
¿Volver? Nunca, un impetuoso río de agua y troncos y cocodrilos y basura y tortugas confundidas se resistía a dejarme volver. Esperé sentado en un tocón grande, mojándome un poco más y con las linternas apuntando a todos los lados a pesar de que hacía rato que no veía a los perros. La lluvia se fue calmando y la marea fue bajando, a eso de las dos vino Mónica de nuevo a ver si seguía vivo y en un arranque de… ¡quiero ir a mi cama! me ajusté el bolso, me quité la capa de lluvia, me apreté el frontal y me puse a nadar hacia la otra orilla.
Obviamente llegué sin problemas, no porque antes hubiera sobrestimado el tamaño y la corriente del río, sino porque había bajado mucho la marea. De todos modos he de decir que cuando lo crucé para iniciar el conteo, el agua apenas llegaba a medio muslo y a la vuelta no hacía pie en gran parte de río.
Al día siguiente se dio por finalizada la arribada y no hubo conteo, por lo que decidimos irnos y seguir nuestro viaje rumbo a Nicaragua.
Pues ese, ese era nuestro primer objetivo de las vacaciones, hacer nuestras pesadillas realidad.
Fuimos a la playa de Ostional, (lo más adecuado según convenimos para nuestras vacaciones era ir a la playa), donde se da un fenómeno llamado arribada, donde las tortugas llegan de miles en miles en lugar de una en una, así en los cuatro días que estuvimos allí, se contaron más de 160 mil tortugas.
Estuvimos en la Estación Biológica Douglas Robinson de la Universidad de Costa Rica, colaborando voluntariamente para el censo de la arribada. El censo consistía en recorrer un trozo de playa de unos 1000 metros en unos 10 minutos y contar todas las tortugas que salen del mar, sólo las que salen; una vez que llegas al final, esperas otros 10 minutos y comienzas de nuevo, así toda la noche, todas las noches. Allí nos organizaron en turnos de 2 horas, pero como nos parecía poco decidimos proponer al coordinador hacer turnos más largos con el objeto de que la gente descansara más de seguido. Por supuesto aceptó en cuanto se percató que le excluíamos a él del conteo. Así que aproximadamente hacíamos 10 Km. por noche, si no llovía…
La cuarta noche me tocó el turno de las 20:30h. Estaba lloviendo bastante, crucé un pequeño arroyo para llegar a donde teníamos que comenzar el transecto, relevé al voluntario (Ramón, que había estado con nosotros como asistente en Pacuare; si es que hay mucho masoquista...) que hacía el turno anterior y empecé el mío.
Seguía lloviendo, cada vez más. Empezó una tormenta y después de cada rallo contaba los segundos para calcular la distancia a la que estaba, había decidido abandonar la playa si había menos de 4 segundos. En una playa, tú eres el punto más alto. Después de contar dos veces tan sólo tres segundos me dije, la próxima sí que sí.
No hubo próxima.
A eso de las 23:00 debía entrar Mónica, pero el pequeño arroyo había tomado aires de grandeza y se había convertido en un impetuoso río que arrastraba todo tipo de troncos y basura, imposible de cruzar. Además, los troncos se confundían con cocodrilos y… bueno, quizá hubiera podido esquivar troncos y nadar a contracorriente, pero además apartar a manotazos cocodrilos se escapaba de mis posibilidades.
Grité a Mónica que no cruzara el río, cosa que desde luego no pensaba hacer, y desde la otra orilla alguien al que no se le escapa una, me gritó: ¡No se puede pasar! ¡Haga el conteo toda la noche!
Desde luego no sonaba muy alentador, ya llevaba tres horas caminando y cada vez había menos tortugas y más lluvia, pero como no había otra opción seguí con el transecto. Cada vez que llegaba al río echaba un vistazo y cada vez tenía más claro que estaría allí toda la noche contando tortugas.
A partir de la una de la mañana, 5 horas en la playa, se unió un nuevo elemento a la situación, ¡perros asilvestrados!
Ya sabéis que si de mi dependiera, mataría a todos los perros sin dueño del mundo, son lo peor para la fauna salvaje, bueno, lo peor son los gatos la verdad, pero al menos tienen el pelo más suave y no les canta el aliento.
El caso es que además de contar tortugas, mojarme, mortificarme con la última frase oída (¡haga el conteo toda la noche!), debía vigilar que un perro no me mordiera el culo, o tres perros y un culo. Así que en una mano llevaba la linterna para contar las tortugas, en la cabeza el frontal para apuntar al otro lado para vigilar los perros (vale, admito que quizá conté un perro por una tortugas), en la otra mano un palo bien grande, blandido con la firmeza suficiente para, al menos, morir luchando, y colgado en bandolera, un bolso con una libreta y un lápiz para apuntar las tortugas de cada conteo.
A la 1:30 ya estaba de vuelta de nuevo en el río, en el último conteo ya no había salido ninguna tortuga, lo que significaba que por ese día había acabado la arribada y que podía volver a la estación a descansar.
¿Volver? Nunca, un impetuoso río de agua y troncos y cocodrilos y basura y tortugas confundidas se resistía a dejarme volver. Esperé sentado en un tocón grande, mojándome un poco más y con las linternas apuntando a todos los lados a pesar de que hacía rato que no veía a los perros. La lluvia se fue calmando y la marea fue bajando, a eso de las dos vino Mónica de nuevo a ver si seguía vivo y en un arranque de… ¡quiero ir a mi cama! me ajusté el bolso, me quité la capa de lluvia, me apreté el frontal y me puse a nadar hacia la otra orilla.
Obviamente llegué sin problemas, no porque antes hubiera sobrestimado el tamaño y la corriente del río, sino porque había bajado mucho la marea. De todos modos he de decir que cuando lo crucé para iniciar el conteo, el agua apenas llegaba a medio muslo y a la vuelta no hacía pie en gran parte de río.
Al día siguiente se dio por finalizada la arribada y no hubo conteo, por lo que decidimos irnos y seguir nuestro viaje rumbo a Nicaragua.
08 octubre 2004
Vacaciones por Centroamérica: El principio
Al fin de vacaciones, ahora sí, aunque no pagadas.
Pensé que nunca iba a llegar este momento, que finalmente se retrasó porque a Mónica no se le ocurrió otra cosa que operarse de la vesícula a última hora, retrasando la salida más de una semana.
Salí de la reserva el cuatro de octubre, tuve un par de reuniones, una con el jefe para evaluar rápidamente y calcular el finiquito y otra con una organización que estamos montando entre los torturólogos, (fijaos que digo torturólogos de tortura y no tortugólogos de tortuga, por algo será), del caribe costarricense.
Mónica llegó el día 7, con casi dos horas de retraso, por lo que empezaba a temer de nuevo por mis vacaciones.
Resulta que todos los vuelos llegaban a su hora y en el aeropuerto de San José no hay tanto tráfico como para estar dando vueltas por el aire, así que ya estaba yo pensando que se había estrellado y que me iba a quedar sin vacaciones, además del rollo de tener que hacer todos los papeles de la repatriación del cadáver, que digo yo… quien quiere un cadáver churruscado que probablemente tan siquiera sea de quien esperas que sea.
Pero no, no se estrelló, sólo que fue el único vuelo del día retrasado.
Esa misma tarde nos fuimos a cenar con el jefe y su mujer (la segunda, por si hay alguna Maruja), que afortunadamente fue más bien corta, porque la verdad, quien quiere cenar con el jefe cuando estás a punto de comenzar las vacaciones y tienes que levantarte a las 4 de la mañana para coger un autobús que te llevará 200 Km. más allá en "sólo" 12 horas.
Pensé que nunca iba a llegar este momento, que finalmente se retrasó porque a Mónica no se le ocurrió otra cosa que operarse de la vesícula a última hora, retrasando la salida más de una semana.
Salí de la reserva el cuatro de octubre, tuve un par de reuniones, una con el jefe para evaluar rápidamente y calcular el finiquito y otra con una organización que estamos montando entre los torturólogos, (fijaos que digo torturólogos de tortura y no tortugólogos de tortuga, por algo será), del caribe costarricense.
Mónica llegó el día 7, con casi dos horas de retraso, por lo que empezaba a temer de nuevo por mis vacaciones.
Resulta que todos los vuelos llegaban a su hora y en el aeropuerto de San José no hay tanto tráfico como para estar dando vueltas por el aire, así que ya estaba yo pensando que se había estrellado y que me iba a quedar sin vacaciones, además del rollo de tener que hacer todos los papeles de la repatriación del cadáver, que digo yo… quien quiere un cadáver churruscado que probablemente tan siquiera sea de quien esperas que sea.
Pero no, no se estrelló, sólo que fue el único vuelo del día retrasado.
Esa misma tarde nos fuimos a cenar con el jefe y su mujer (la segunda, por si hay alguna Maruja), que afortunadamente fue más bien corta, porque la verdad, quien quiere cenar con el jefe cuando estás a punto de comenzar las vacaciones y tienes que levantarte a las 4 de la mañana para coger un autobús que te llevará 200 Km. más allá en "sólo" 12 horas.
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