Ya llevo una semana de regreso en la reserva y por fin saco un rato para contaros los días libres que nos tomamos en Bocas.
Era la cuarta vez que visitaba Bocas y la única de las cuatro en que el tiempo no nos ha acompañado. El buen tiempo, se entiende.
Llegamos y nada más ver a los padres de Mónica se puso a llover, en un preludio de lo que iba a ser la tónica de esa semana. El año en el Caribe ha sido muy seco y desde mediados de julio estaba lloviendo bastante por lo que a principios de agosto pensábamos que ya habría pasado el mal tiempo, pero nada de eso, siguió, y sigue todavía, aunque ya no tan malo, alternando días malos con días buenos.
El primer día completo en Bocas fuimos a la playa de Polo, un lugar muy bonito que ya conocíamos pero apenas de paso, por lo que un día de playa, relajado y con buen tiempo, era de agradecer. A pesar de vivir en la playa y dormir a escasos 30 metros de la línea de marea alta, no puedo recordar la anterior vez que me había bañado en el mar. La verdad es que apenas me baño… y en el mar tampoco.
Al día siguiente fuimos a bucear ya que el padre de Mónica quería aprender y se hizo lo que llaman un buceo de descubierta, que es algo más que un bautismo, te dan algo de teoría, una sesión de aguas confinadas y luego el buceo propiamente dicho. Después de las aguas confinadas, se puso a llover tanto que tuvimos que regresar y dejar el buceo para otro día. De todos modos nos mojamos como si hubiéramos buceado.
A pesar de ser la cuarta vez que estábamos allí, Mónica y yo no conocíamos la variedad de restaurantes que tenía Bocas, ya que habitualmente íbamos de cutres, comprando algo en el supermercado. Conocimos bastantes restaurantes, dos especialmente buenos y no especialmente caros. Uno italiano con productos italianos muy buenos y otro de comida internacional con unas entradas muy buenas.
Otro día que no llovió mucho fuimos a Boca del Drago, en el extremo opuesto de la isla principal. Es un sitio muy bonito que habitualmente tiene una zona muy buena para hacer apnea, pero que debido a las lluvias de los días anteriores tenía las aguas demasiado turbias, por lo que la tentativa apenas duró unos minutos.
Un par de días cogimos unos kayaks del hotel donde nos alojábamos y nos fuimos a coger olas como si fueran tablas de surf. Obviamente es más fácil porque no te tienes que poner de pie, pero obviamente las olas te vuelcan el kayak mucho más de lo que te gustaría.
Y poco más hicimos, a parte de andar la calle principal de Bocas arriba y abajo bajo una implacable lluvia que nos acompañó casi constantemente, comer bien, dormir mucho y relajarnos lo que ya hacía tiempo que necesitábamos.