La cita completa explica un poco más lo que Marx quería decir:
"La inquietud religiosa es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la queja de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo" (En Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel de 1844)
De este modo se acallan las protestas, se mitigan las críticas, se tranquilizan las conciencias, se silencian los desmanes, se amordazan los deseos propios... y cualquier otra manera de evitar que el desencantado se despierte y altere los poderes fácticos.
Hoy en día, al menos en España, la religión, por su escaso impacto social (apenas un 14% de los españoles van a misa) aunque no político, no tiene este papel que Marx le otorgaba, por lo que los poderes antes citados, se han inventado otro "opio del pueblo" que funciona muy bien, seguramente tan bien con la religión en el pasado.
Ayer se presentó Cristiano Ronaldo en el Santiago Bernabeú de Madrid.
En España hay casi cinco millones de parados, recesión económica, la vivienda sigue siendo inalcanzable para muchos y el resto se hipoteca de por vida, pero no pasa nada, todos contentos, todos adormecidos, ha llegado el mago de las chistera y se ha sacado un par de conejitos bien grandes con los se puede distraer al vulgo por un buen rato.
La gente es capaz de hacer cola durante todo el día para entrar a un estadio a ver a un desconocido en camiseta y calzoncillos saludando y farfullando palabras inconexas y frases hechas, pero es incapaz de movilizarse por su vivienda, por su trabajo, por sus derechos constitucionales...
Como hay tanto paro, habrá más espectadores.
Luego habrá quien diga que además es poco ético gastarse 94 millones de euros en un tío que le da patadas a un balón (que no deja de ser una inversión mercantil, y por lo que dicen de las buenas), cuando lo que es poco ético, es que aficionados adictos al circo mediático montado, se gasten 85 € en una camiseta.
A veces, en realidad muy amenudo, pienso que la gente tiene lo que se merece y se merecen lo que tienen.
No estoy en contra del fútbol como deporte, es más a veces lo veo y todo, pero eso no me adormece, no me pone un venda en los ojos que me impide discernir lo importante de lo vanal, no atenúa mi sempiterno sentimiento de culpa por ser rico en un país rico.
¡Me pone de los nervios!
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