Algunas de mis películas de aventuras favoritas, están rodadas, o se supone que transcurren, en Tanzania, a través de las cuales todos conocemos algunas palabras en el único idioma africano con palabras conocidas a nivel mundial, como Hatari, Safari, Bwana, Jambo, Hakuna Matata, Mzungu...
Y por supuesto, como casi todos, también he tenido ensoñaciones metiéndome en el papel de Clark Gable en Mogambo ("pasión" en Kiswahili) como aguerrido explorador acosado por dos mujeres impresionantes.
Así que, tras toda una vida soñando con Tanzania y conocer sus legendarios y míticos parques nacionales como Serengeti y Ngorongoro, cuando estaba a punto de convertir mis sueños en realidad (además Mónica vale por dos... ¡por lo menos!), comencé a pensar que quizá no era más que eso, un sueño basado en mitos y leyendas y que saldría decepcionado de la visita, más teniendo en cuenta que era temporada alta.
Pero a pesar del hecho incuestionablemente negativo, de viajar cuando lo hace todo el mundo, Tanzania (lo poco, o mucho, que he podido conocer de un país casi dos veces del tamaño de España), no solo no me ha decepcionado, sino que, además, fuera de las orejeras que suponen todo documental, libro, película y fotos y relatos de amigos y conocidos, me ha sorprendido, me ha entusiasmado y he descubierto sitios, de los que ni sabía de su existencia, tan interesantes como los arriba ya mencionados.
El viaje era un viaje organizado con una agencia local que consistía en una semana de safari por diferentes parques en el norte del país y una semana más en la isla de Unguja, mal conocida como Zanzíbar.
Como todo, hay cosas buenas y malas de un viaje de este tipo, el primero en mi vida, y lo bueno es que puedes acceder a muchos más sitios que utilizando los transportes, para mi, habituales (machibombos, matolas, chapas y dola dolas), por lo que el viaje, a pesar de ser de dos semanas, ha sido realmente intenso, habiendo visitado multitud de sitios distintos para los que, de la manera que acostumbro a viajar, habría necesitado el doble de tiempo.
Otro punto positivo de contratar una agencia para el viaje, es que, en Tanzania, resulta mucho más barato que si vas por tu cuenta, aunque tengas coche y todo lo necesario para ello, y al fin y al cabo, con una agencia pequeña, como la que usamos, puedes organizarte el viaje a tu gusto.
Como ha sido tan intenso y lleno de experiencias, este viaje tendrá más entradas de las previstas en un principio, así que... siento aburrir al personal, pero esto es como la tele, si no te gusta puedes apagarlo.
Salí de Chitengo para coger un avión que debía llevarme a Maputo, donde me reuniría con Mónica. Tras sucesivos retrasos, finalmente llegué a las once de la noche y debíamos estar a las cinco de la mañana en el mismo aeropuerto para ir a Dar es Salaam, al día siguiente.
El vuelo entre Maputo y Dar, es del tipo que los brasileños llaman "pinga-pinga", con paradas intermedias en Nampula, Pemba y Nairobi, así que para un vuelo directo de apenas dos horas y media, tardamos casi 10.
Dar es Salaam es una típica ciudad africana con la gente viviendo en la calle, lo que las convierte en caóticas y coloridas, salvajes y llenas de vida, ruidosas y alegres, inseguras y hospitalarias... todo tipo de contrastes puedes encontrarte a la vuelta de las esquina. De todos modos no hay mucho que ver y si quedamos allí con los padres de Mónica fue porque no sabíamos que ellos pasarían por el aeropuerto de Kilimanjaro en su viaje de venida, para volver a él al día siguiente.
Arusha, es la ciudad más importante del norte de Tanzania y el centro turístico de lsus famosos parques, lo más visitados del país, con el de Kilimanjaro, Tarangire, Manyara, Arusha y Lago Natrón, además de los ya citados, a menos de cuatro horas en coche.
La variedad de espacios naturales protegidos, y su relevancia biológica a nivel mundial, que tiene esta ciudad a escasas horas en coche, puede que no tenga parangón en todo el mundo y desde luego, aunque es un poco grande para mi gusto, es un sitio donde no me importaría pasar una buena temporada.
Llegamos al aeropuerto de Kilimanjaro poco después de ver la cima más alta del continente sobresaliendo por entre las nubes. Allí nos recogieron y nos fuimos al primer parque de la semana, el Parque Nacional de Arusha, donde está el Monte Meru, mucho menos conocido que su hermano mayor y que sirve de entrenamiento a mucha gente que viene a subir el único de los siete grandes (las cimas más altas de cada continente) accesible a cualquiera.
Primer parque y primera sorpresa; grata sorpresa.
Arusha es un parque muy elevado y húmedo con grandes y espectaculares bosques de niebla.
No me esperaba lo que estaba viendo y de repente me sentía transportado a lugares que me parecían más propios de Costa Rica, Nicaragua, Panamá o Ecuador, que de Tanzania: enormes y frondosos árboles cubiertos de musgos y líquenes, envueltos en una neblina débil pero continua; numerosos cantos de pájaros que no ves; cristalinos arroyos bajando por empinadas laderas; caminos llenos de barro... solo una jirafa cruzando el camino, me devolvió a la realidad.
Ver una selva con los grandes animales africanos, es como el colmo para un biólogo, la máxima expresión vegetal con la máxima expresión animal.
La visita a este parque se me hizo especialmente corta, en un viaje que en general, todas las visitas se me han hecho cortas.
De camino a Arusha el coche pinchó una rueda y de repente aparecieron cinco hombres con un gato y herramientas y, como si fuera su coche, se pusieron a cambiar la rueda sin esperar nada a cambio. Si esto pasa en España, la guardia civil nos hubiera multado por no llevar gato.
En Arusha quedamos con Kim, con la que trabajé en las islas Galápagos hace un par de años. Encontrarme con ella en circunstancias tan distintas a las que nos conocimos, en un ambiente tan distinto y en la otra parte del mundo fue realmente extraño. ¡Y estupendo!
Al día siguiente visitamos la parte sur del lago Manyara. Desde un pequeño campamento un tanto peculiar, hicimos una excursión a pie con un guerrero massai vestido para la ocasión (más reloj y mocasines último modelo hace un par de años, de esos horteras que se pusieron de moda con la punta cuadrada).
De camino a la orilla del lago visitamos una aldea local, organizada de manera concéntrica, con el ganado en el interior del círculo formado por las cabañas, y todo rodeado de ramas espinosas a modo de valla protectora hasta algo menos de dos metros. ¡Estamos en África!
Tras unas dos horas y media caminando, llegamos a la orilla, desde donde pudimos ver el anochecer mientras los flamencos se reunían en grandes grupos para pasar la noche.
El paseo debía terminar aquí, pero nuestro guía se perdió y tuvimos que regresar gran parte del camino andando, mientras se hacía de noche y cada sombra parecía un león a punto de saltar. Cuando el caminar se dificultaba por la ausencia de luz, el coche vino a buscarnos.
A la mañana siguiente, muy temprano, salimos hacia el Parque Nacional de Tarangire, en el centro de la estepa massai, un gran área natural de casi 20.000 Km2, con una gran riqueza biológica. El parque protege uno de los únicos ríos permanentes de la zona, por lo que durante la estación seca está repleto de fauna.
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Nuestro guía tenía una excelente vista, pero cuando descubrió los prismáticos, no quería soltarlos
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Lo que sigue en la próxima entrada, será el viaje hacia Serengeti pasando por Ngorongoro, a partir del cual se acaba el asfalto y comienza una horrible pista llena de baches, donde es imposible relajarse. Los guías lo llaman "african massage"
2 comentarios:
Asante sana por lo de que valgo por dos... ¡por lo menos!
Con ese cielo gris es dificil conseguir fotos luminosas, a no ser que prescindas de la tecnica del Mellado y quemes un poquito las nubes.
¡No se le ven los mocasines! Todos hemos visto fotos de masais... pero no de masais con mocasines.
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