En el camino a Serengeti visitamos una aldea, o boma, massai.
La visita estaba dentro de la típica ruta turística de safaris, por lo que se puede caer en la tentación de pensar que todo es un montaje, todos andan disfrazados e interpretando un papel y si bien interpretan un papel, ese papel es su vida.
Quiero decir, la gente que visitamos viste, trabaja, danza, aprende, canta y en definitiva, vive, tal y como lo vimos, si bien nos contaron lo que los turistas "queremos" oír acerca de los massai.
Por otro lado, uno acaba con la sensación de haber presenciado algo en sus últimos estadios de existencia real y que en un futuro próximo, los actores seguirán disfrazados e interpretando sus papeles, pero entonces ya no serán el papel de su vida, si no un trabajo como otro cualquiera.
El desarrollo lleva a igualar todo, partiendo de la etnocéntrica premisa que lo nuestro (entendiendo como "nuestro" la cultura occidental dominante en el mundo) es la base que se debe imitar.
Partiendo de la premisa que, si bien por un sentimiento de lo "políticamente correcto", pensamos que son culturas muy interesantes que hay que preservar, tenemos también claro cuál es "la buena", cuál es la que hay que seguir para considerarse desarrollado y por tanto cómo deberá terminar, antes de lo que pensamos, viviendo todo el mundo, todas las culturas.
Ahora a los massai se les obliga a aprender Kswahili e inglés, cuando nunca han hablado esos idiomas. Se les limita su vida nómada para no entrar en conflicto con otros intereses. Se les "integra" en la sociedad "normal". En definitiva, se borra sus señas de identidad, lo que hace massai a un massai; perdiendo así una manera de vivir y, en cuestión de tiempo, un idioma, una cultura, unas tradiciones, un saber...
Obviamente los massai no son la única cultura ancestral que se está perdiendo, simplemente son los que visitamos en nuestro viaje.
En nuestra manía por uniformizarlo todo en aras de la mal entendida "igualdad", quizá no esté tan lejos el mundo que se representa en la película de ciencia ficción "2081"... quizá sea antes de esa fecha, donde para ser todos iguales, tendremos que ser todos peores.
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Y para que esto parezca un poco más antropológico que el rollo que me ha salido, cuento que, también de camino a Serengeti, paramos en uno de los lugares más míticos de la antropología física, la garganta de Oldupai, cerca de donde se encontraron las huellas de Laetoli, las primeras huellas de un ser bípedo, ancestro de nuestra especie, entre otros muchos e importantes fósiles.
Lo dicho, a pesar del aspecto meramente turístico de la visita, ésta no dejó de ser real y auténtica y, aunque obviamente no aprendí mucho de su modo de vida, es algo que creo que merece la pena, aunque me dio la sensación de que formaba parte del circuito de los safaris, como unos animales más.
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