Una cosa que llama la atención allá por donde uno vaya, es la cantidad de bolsas de plástico que se pueden ver por todas partes, tiradas, inservibles ya y, muy habitualmente, reunidas en vallas de alambre de espino, formando parte de los paisajes de medio mundo. Especialmente abundantes son también las acumuladas en las cunetas de las carreteras y las calles.
Estas bolsas llegan a cualquier sitio, no sólo donde se usan o producen; y tanto es así, que estando hace años en los canales de Tortuguero, zona de Costa Rica renombrada por su prístina naturaleza, estuvimos un buen rato tratando de identificar un ave en el extremo de una rama, que no era más que una bolsa de plástico movida por el viento. (Aquí podéis los que me conocéis, hacer los pertinentes chistes sobre mi renombrada vista de lince)
Si no hubiera bolsas de plástico, que no se degradan o tardan miles de años, por lo que nunca una se ha degradado todavía, el mundo sería un mundo mucho más limpio.
Y esa es la impresión que se ha llevado Mónica en su visita a Ruanda, país donde desde hace algo más de tres años se han prohibido completamente las bolsas de plástico. Cualquier otra basura que se tire en las cunetas o en la calle, se degradará en poco tiempo y en poco tiempo el resultado es que, según me comentaba Mónica muy asombrada, Ruanda es el país más limpio que ha visto.
Y no son sólo las bolsas en las que solemos meter la compra, también son los plásticos que habitualmente y de manera redundante e innecesaria, envuelven multitud de productos.
Pensemos por ejemplo en un tubo de dentrífico. Está el tubo que contiene la pasta. Este tubo está dentro de una caja de cartón, que ya es innecesaria y que además suele tener una impresión que la hace difícilmente reciclable. Pero es que además, esta caja de cartón está envuelta, y precintada justifican, por papel de celofán.
Cuando por fin pasamos por caja para pagarlo, nos lo entregan en una bolsa de plástico, que casi nadie rechaza.
Llegamos a casa y tiramos a la basura la bolsa, el precinto de celofán y la caja.
Como somos tan ecologistas, tiramos cada cosa en su cubo.
En Ruanda se ahorran todos estos innecesarios y superfluos envoltorios, así como las bolsas plásticas más comunes, lo que hace de este país, un país mucho más limpio y menos contaminado (entre los muchos beneficios que tiene no usar bolsas de plástico).
Así de fácil.
Y si Ruanda puede hacerlo...
Así que, procura reducir al máximo el uso de este material, eligiendo productos sin embalajes superfluos (es la primera, y más importante, R de la regla de las tres R: Reducir el consumo, Reusar los bienes consumibles y Reciclarlos al finalizar su vida útil, y que prácticamente se ha visto reducida a la última que es la única que puede aportar un beneficio a alguien que no seas tú o el medio ambiente).
Y si viajas a Ruanda acuérdate de no llevar nada de plástico ya que su entrada en el país también está prohibida (vale lo reconozco, esto puede ser exagerado, una buena bolsa con cierre de cremallera es imprescindible si quieres pasar unos cuantos días paseando por sus increíbles selvas de montaña llenas de gorilas y preservar tus cosas de la lluvia, pero yo sigo usando las primeras que compramos para ir a Costa Rica en 2003; no todas, pero sí muchas).
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