Ya estoy fuera de la reserva, hemos salido esta mañana, con más pena que gloria, en realidad con la gloria que queramos darnos nosotros, porque la verdad es que no han sido ni muy agradables ni muy justos con nosotros últimamente.
Estaré unos días aquí en la ciudad más fea del mundo, haré algunos asuntos pendientes y comenzaré mis vacaciones, que ya os he contado.
Por lo demás nada nuevo, bueno, casi nada nuevo.
El caso es que a principios de septiembre solicité un puesto de trabajo para ir a Galápagos con la organización que traía gente a la reserva, con más recelo que esperanza. Me entrevistaron telefónicamente en inglés a la que contesté con más aplomo que sabiduría y poco después me volvieron a llamar para decirme que me ofrecían el puesto que había solicitado. De esto saco dos conclusiones, la primera que no debo hablar tan mal ese maldito idioma y la segunda que se han debido creer todo lo que ponía en el curriculum, incluyendo eso de "Licenciado en Biología".
Así que, para los que esperaban que estaría mucho tiempo en Madrid a partir de mi llegada para Navidades, siento desilusinarles. El uno de febrero tengo que estar en las islas Galápagos, Ecuador (y no Chile como hace poco leí en un recorte de un periódico español que me mandó mi madre) y estaré allí al menos hasta el 5 de mayo. Eso sí, después de esto no tengo nada previsto.
Parece que al fin y al cabo, hay alguien que sí reconoce nuestro trabajo positivamente y lo mejor es que son los principales clientes de la reserva, que son quienes debían ser más exigentes con nuestro trabajo y que son como un examen continuo. Yo sabía que habíamos hecho un trabajo muy bueno aquí, pero está bien que alguien con conocimiento y capacidad de juicio te lo reafirme. Además después de la desilusión que a lo largo de la temporada hemos ido experimentando en la reserva, está bien que salga algo apetecible.
Mónica se quedará en España haciendo el doctorado de Educación Ambiental donde le han admitido, y a pesar de eso, cuando me llamaron para ofrecerme el puesto, ella daba botes de alegría (literalmente botaba a mi alrededor), mientras yo, impertérrito, aceptaba el puesto con cierto tono displicente (pero sólo era el tono).
Así que así estamos, quien quiera venir a Galápagos a visitarme, ya sabe, a ahorrar una pasta impresionante, que es lo que cuesta ir allí... pagando, porque cobrando sale mucho mejor...