30 mayo 2005

Miserias ticas

Algunas de las desdichas que me he encontrado en este país y que a modo de ejemplo, escribo, pero a sabiendas de que son insignificantes en su miseria y en su dimensión, pero transcendentales para quien las aguanta.
Felipe Espinoza, 60 años, Espinoza con zeta; así es como lo escribe él y como viene en su cédula. Muchos apellidos se escriben oficialmente mal, porque en algún momento algún funcionario oficial las oficializó con su ignorancia.
Desde que comenzamos en 2003 trabaja con nosotros, pero ya antes trabajaba con la reserva como taxista. Taxista pirata o pirata a secas, como le dicen a los que no tienen licencia para "taxiar".
Gracias al juego y al alcohol, se ha ido hipotecando poco a poco hasta que hipotecó su útil de trabajo: el carro.
Mantiene a dos nietos mellizos de 10 años que son hijos de una mujer con la que estuvo su hijo, pero no son de su hijo, luego no son sus nietos.
Mantiene a su hijo de 35 años que no le gusta trabajar más que beber.
Mantiene a su nieta Mayra, 17 años, su novio y su hija, la bisnieta de Felipe. O no.
Mantiene a su mujer de 58 años, que los ha cumplido hoy 22 de mayo de 2005.
Actualmente debe el equivalente a seis meses de sus ganancias mensuales, no ha pasado la revisión técnica del vehículos, obscenamente insuperable para muchos carros ticos que tienen que aguantar las carreteras ticas, por lo que la policía de tránsito le retiró el permiso de circulación, "marchamo", y le ha multado en reiteradas ocasiones.
Se pasa el día burlando al tránsito por lo que apenas saca la cuarta parte del monto que sacaba hace unos meses, por lo que no ha podido pagar el teléfono, por lo que se lo han cortado, por lo que pierde muchos clientes, entre ellos a nosotros.
La situación le desalienta y el desaliento le embriaga, con ayuda del alcohol. De nuevo.
Le regalo la gasolina cuando vamos a la bomba a por combustible para la reserva. Olvido sacos de arroz y frijoles en su casa.
El oficial de tránsito encargado de amargarle la vida, un hombre de unos cincuenta años, corto de estatura y largo de peso, pelo crespo, engrasado y sucio, se fija en Mayra, nieta de Felipe, más alta que el policia y de mucho menos peso. Muy guapa.
Cuando descubre la relación familiar entre su objetivo sexual y su objetivo laboral, afloja el acoso laboral a Felipe para apretar el sexual a Mayra. Felipe le pide a Mayra que le dé bola pero sin darle más.
El desenlace dependerá de la bola que dé Mayra. Cuando llegue a su limite y no dé más, regresará el acoso a Felipe.
Cuando Akiles está solo no dice nada a Felipe, pero cuando anda de patrulla con algún compañero, subordinado, se lo lanza a Felipe cual perro de presa. En un de esas ocasiones, tras pedirle la cédula y la licencia de conducir, el subordinado decide que le va a confiscar el coche a Felipe, éste sin pensárselo dos veces, aprieta el acelerador y huye. La policía le persigue, pero Felipe ocupa toda la calzada para que no puedan adelantarle. Finalmente les da esquinazo. Al cabo de unos días Akiles, va a casa de Felipe a devolverle la cédula y la licencia y le dice que la pulsee pero que no vaya a Bataán. Felipe obedece.
De camino a la bomba, Felipe topa de nuevo con Akiles acompañado, le dan el alto, le piden la cédula y la licencia y de nuevo le dicen que le van a confiscar el carro. Felipe no aguanta más y encolerizado le dice a Akiles que se ponga pantalones de hombre y no sea tan cochino. Akiles le deja marcharse, advirtiéndole que no le vea por Bataán.
A Felipe le dejamos casi 1000 dólares para que pusiera al día su carro. A pesar de tener claro que no debíamos implicarnos, nos implicamos. A pesar de tener claro que lo hacíamos con el dinero de la reserva y no con el nuestro, posteriormente nuestro jefe se encargó de enturbiar el asunto, responsabilizándonos personalmente del monto. Aún debe más de 500 dólares. Aún debemos más de 500 dólares.

15 mayo 2005

Bocas del Toro, Panamá

Supongo que ya estáis por ahí sufriendo los primeros calores que yo vengo sufriendo ya cuatro meses. Pues nada, nada, a aguantarse y pensar en mí, que cuando de nuevo estéis abrigados hasta las orejas, seguiré soportando malamente este calor que ahora os acecha.
En el trabajo más o menos bien, o más o menos mal, según el momento y el asunto.
A nivel "biológico" muy bien, van saliendo proyectos nuevos y se van materializando otros viejos. Lo mejor es que estamos formando un grupo de personas muy interesadas en un proyecto aquí, dirigido e iniciado por nosotros, de tres paises y varias instituciones que tiene muy buena pinta y, que si fuera licenciado bien podría ser mi doctorado. Pero, ¡ay! Los anacrónicos planes de estudios españoles, cohartan la creatividad y valía de los españolitos de a pie, y luego nos quejamos de que todos los cerebros se vayan a los EEUU. Y no es una cuestion de dinero por lo que se van principalmente, sino de oportunidades, de verdaderas oportunidades sin cortapisas.
Bueno, al lío, que me dan ganas de quemar la quinta planta del edificio nuevo de biología de la complutense. Y el lío es Bocas del Toro.
Espero que ya empiece a sonaros este nombre por que es la tercera vez que voy y desde luego no me canso. Esta vez estuvimos visitando otro proyecto de la ONG para la que trabajamos, en una isla de Bocas del Toro, llamada Bastimentos y que es Parque Nacional, lo que no quita que estén talando y arrasando con todo para una urbanización de lujo al más puro estilo Baleares (hay un término turístico internacional que es "balearización" y que ya supondréis lo que expresa)..
Pero mientras terminan con lo poco que ya queda, estuvimos en la que llaman Playa Larga, una playa no muy larga de arena fina, blanca, básicamente de coral, con el arrecife a menos de 100 metros de la costa y con la selva dando más sombra que todas las sombrillas del Levante.
Por el día siesteábamos, algunos más que otros, por la tarde "snorkeleábamos" y por la noche patrullábamos en busca de... tortugas. Si amiguitos, es otro proyecto de tortugas marinas. De cualquier modo fue relajante no estar a cargo de nada más que de ti mismo y no mucho, ya sabéis lo irresponsable que soy.
En Bocas, capital, cenamos esas muchas cosas que nos son imposibles de cenar en la reserva y que para cualquier españolito forman parte de su dieta más o menos normal. Así que, ya que no nos gastamos nada en alojamiento, nos lo gastamos, pero bien, en comida.
Estuvimos en una cala al lado de Polo, que sólo ella merece la pena un viajecito a Bocas, realmente muy bonita, pequeña, con el agua más transparente que en la bañera, con el arrecife a menos de 50 metros, cerrada en una pequeña bahía con algunos islotes repletos de vegetación y la selva a tus espaldas. ¿Qué mas se puede pedir? ¡Pues que no corten la selva para construir casas de lujo!
Polo es un negro que vive en una playa al lado de esta cala. Tiene un pequeño bar que da comidas y bebidas a los turistas y le han querido comprar el terreno para construir. Afortunadamente Polo no vendió. Desafortunadamente poco les importó a los constructores y sus planes de construir siguen adelante. Afortunadamente una rica neozelandesa se enteró del tema y le subvenciona el mejor bufete de abogados de Ciudad de Panamá para que Polo mantenga sus tierras tal y como las tiene. ¿Final feliz?, pues no creo, seguramente la constructora acabará pagando más al bufete y Polo se quedará sin playa.
Polo es un personaje de esos de película. Cuando yo estuve allí tomando una cerveza, estaba contando constantemente la misma historia, que un hombre negro había estado el día anterior, se había comido dos platos de arroz y frijoles y dos cervezas y se había ido sin pagar. Polo es un hombre negro de unos 60 años y que habitualmente habla inglés caribeño y menos y peor, español. Así que a su manera nos contaba la historia una y otra vez a cuatro personas que estábamos allí, Mónica y yo más un colega que trabaja en Playa Larga y un negro que hace las veces del camión de las cervezas pero en bote. Polo no paraba de decir: Polo no gusta ome negro (así lo escribe en todos los carteles que tiene repartidos por su propiedad), Polo no sirve ome negro. Ome negro malo, Polo solo sirve turista.
Y luego repetía la historia: Dos platos, dos cervezas y (y hacía un gesto con la mano como cuando expresas que alguien se marcha rápidamente) ome negro malo, Polo no sirve ome negro.
Obviamente Polo no es un hombre de palabra, porque de lo contrario no habría sido engañado por un negro que no le pagó la comida.
La situación era bastante delirante y especialmente se reía el negro repartidor de cervezas, con una sonrisa de esas que solo los negros pueden tener, blanca reluciente.
Cuando regresábamos en el bote del repartidor de cervezas a Bocas capital, pasamos por el hotel que los padres de Mónica han reservado para agosto, es muy bonito, frente al mar y con una buena zona para bucear. Además tiene toda la pinta de ser de esos muy buenos lugares para siestear que cada vez aprecio más.
Por aquí seguimos planteando proyectos, conociendo a gente interesante, estableciendo contactos y forjándonos un futuro como torturólogos, muy a nuestro pesar.

11 mayo 2005

El Robobo de mi Jojoya

Hola a todos, ¿cómo estáis?
A partir de aquí yo sigo siempre con un: por aquí todo bien; pero esta vez no, no todo está bien. Tampoco es que esté muy mal.
El caso es que el 7 del presente mes me trasladé por unos días a la estación norte, sólo seis Km. al norte de la sur, para sustituir al coordinador de allí. Era la primera vez en estos tres años que yo pasaría unos días allí, gracias a que este año me he quitado de la obligación de manejar el bote, sacando y metiendo grupos a la reserva.
El 9 por la noche, dos noches después, por si alguien ya ha perdido la cuenta, me fui a la playa a trabajar y regresé a eso de la una de la madrugada del 10, todo contento por que no había llovido mucho y no tendría que ducharme para quitarme la arena.
Cuando entro al cuarto, enseguida me percato de que no están mis cosas. En un principio pienso que vaya confianzas que se tienen con el "jefe".
Sigo mirando y veo que la mosquitera de la ventana está rasgada. Claro indicio de que alguien entró por ella y se llevó mis cosas.
Un montón de cosas.
Entre ellas mi cámara digital y un montón de chunches (me encanta esta palabra de acá, es algo así como cacharros, cosas o chismes) fotográficos, mis dos mochilas, mis gafas graduadas y las de sol, mi radio multifrecuencia regalo navideño de mis padres, algunos instrumentos de medida (los biólogos lo medimos todo; todo, todo) y, lo peor de todo, mis cuadernos de campo con un montón de apuntes con los diversos estudios que estamos haciendo. Además mi bolsito, que había subido esa misma tarde del sur, con varios salarios de los empleados, en total unos 300 $.
El monto total alcanza los 1500 € más los 300$ de la reserva para pagar a la gente (afortunadamente para la reserva los sueldos son bastante míseros, así que no pierde mucho).
Despierto a todo el mundo y nos ponemos a husmear y buscar por todas partes. Desgraciadamente, el 9 de mayo era luna nueva, cuando menos luz hay, por lo que no se ve nada, y menos teniendo en cuenta que me han robado las gafas y las linternas.
Descubrimos unas huellas que van a la playa y mando gente que las siga.
Descubrimos huellas que van hacia el sur y mando gente que las siga.
Descubrimos huellas que van hacia el muelle y... las sigo, ya no hay gente.
Cuando llego al muelle, veo que hay dos personas durmiendo (esto jamás ha pasado, no es un sitio para dormir), desenvaino el machete (juro que lo hice) y les despierto bruscamente. Se levantan muy sobresaltados y comienzo a gritarles y a rebuscar entre sus cosas. No tienen nada que fuera mío.
Posteriormente nos contaron que eran pescadores que se había quedado varados y sin panga. Parece que es cierto y que no tienen nada que ver. A punta de mala leche me los llevo a la estación y allí los interrogan los guardas, les toman los datos y les retienen toda la noche.
Los demás guardas regresan y no han visto a nadie. Volvemos al muelle y agarramos un bote y nos vamos a dar una vuelta por los canales para ver si hay algo sospechoso. Hay algo sospechoso, la panga de La Macha (adivinad el porqué, del mote) va a la deriva, la recogemos y se la dejamos en el muelle.
Suponemos que los ladrones la usaron, eso es... astucia, y que han llegado a tierra firme donde será imposible seguirles el paso, eso es... llegar tarde.
Nos volvemos a la reserva y volvemos a interrogar a los dormilones del muelle con más ahínco y brusquedad que antes, eso es... ira, y comenzamos a hipotizar sobre las posibles formas de haberlo evitado, eso es... perder el tiempo.
En ese momento me bajo caminando por la playa hacia el sur. Eran las tres y media de la madrugada y no se veía un carajo. Bajando por la playa, presumiblemente sin gente patrullando, me encuentro con una patrulla formada por una asistente de investigación acompañada de dos estudiantes que, temblorosamente, me pregunta que quien soy, a lo que, al oír su voz, envaino el machete y firmemente le contesto que soy yo. Regresamos los cuatro hacia el sur y a eso de las cuatro y media, ya llegando, vemos una tortugas saliendo, lo que quiere decir que se le va a hacer de día (ya clareaba y en apenas media hora más sería de día) y todo el mundo podría verla de día y fotografiarla.
Todo el mundo no.
Yo no, me han robado la cámara y después de tres años tengo la posibilidad de ver una tortuga de día y me lo pierdo.
Cuando llego al sur, despierto al botero (es el día que más gente he despertado en mi vida) y con el bote pequeño nos vamos al norte de vuelta porque había que sacar a una voluntaria.
En el norte sacamos a la voluntaria que ya se iba de la reserva y seguimos con las indagaciones infructuosamente.
Al día siguiente Mónica y yo vamos al OIJ, algo así como el FBI estadounidense pero más parecido a la TIA española.
Resulta que tu llamas a la policía con una emergencia y te dicen que vayas a la OIJ a poner una denuncia y sólo entonces, ellos van, lo cual es de lo más eficaz ante las emergencias. Creo que una vez cogieron a uno.
Detallo la lista de cosas que me habían robado con todo lujo de detalles ante una persona que las trascribe al ordenador a la velocidad de una tortuga, y entre palabra y palabra nos cuenta que su hijo se llama Iker, por el portero del Real y dice que en todo Costa Rica sólo hay otro Iker, lo que demuestra que no es tan popular como Darwin o Kevin.
Llega el teniente Ernesto Esquivel, que al ver que soy español me dice que él también y el caso es que como su madre es española él tiene las dos nacionalidades.
Una vez estuvo en España, hacer tres años, 20 días en Madrid y 20 en Barcelona y decididamente le gustó más el Nou Camp, aunque se considera del Real hasta la médula. También le impresionó la cantidad de dinero que debía tener la reina para tener tantos cuadros.
En seguida me presentó a su compañero, Nelson y nos fuimos hacia los canales, no sin antes pasar por un par de casos: El de un nica que en una clínica falsifica permisos de residencia, pero se le olvidó falsificar el suyo, llaman a migración y lo deportan y el de la compañera de la Macha que le han robado el bote, otro bote no el que vimos la mañana anterior e iba a la deriva me lleva eaa...
En ese momento me percato que me he colado en un capítulo de Starsky y Hatch a la tica.
En vez del coche rojo con la banda blanca vamos en una furgoneta todoterreno. El camino de Limón a Matina, que a la inversa había hecho esa misma mañana en una hora y media, lo hice en ese "tanque" en menos de media. Ellos van sin cinturón y yo me lo pongo después de haber ingresado a la carretera desde el arcén contrario apurando entre un camión de banano y un autobús escolar como el de los Simpson. Como dijo Einstein, el tiempo es relativo y si bien el viaje duró veinticinco minutos a mi me costó un par de años.
Seguimos por la carretera a más de 140 Km/h en los tramos marcados con un 60 y empiezo a convencerme de que les vamos a alcanzar (no puede ser que no estén persiguiendo a algún malo) Terminada la carretera, comienza la pista forestal, por la que no pensé jamás que se pudiera ir a 80, y llegamos al muelle. Mientras respiro aliviado, Nelson comienza a ponerse un montón de cosas y Ernesto me comenta que le gusta ir de Rambo, pero por lo que veo no pasa de guerrillero sandinista.
Y es aquí donde comienzo a jugar a los polis.
Llegamos a un hotel en los canales, donde según han averiguado mis agentes privados, durmieron los ladrones. Interrogamos al personal del hotel, y cuando digo interrogamos quiero decir que yo hacía más preguntas que los dos policías juntos y no por que yo pregunte mucho sino porque ellos no preguntan nada. Descubrimos que una persona del hotel conoce a uno de los ladrones y por indicación mía, Ernesto (el poli listo) le interroga.
Ante mi nerviosismo decido ir a echar un vistazo a la habitación donde han dormido, que afortunadamente no han limpiado; cogemos unas botellas de cerveza a las que ahora mismo y probablemente los siguientes meses les estarán sacando las huellas dactilares. Detrás de la habitación entre unos matorrales encuentro uno de mis cuadernos de campo. Son ellos (astucia, ya sabéis)
A partir de ahí y siguiendo el interrogatorio, descubrimos quien les sacó de los canales, "El Chimbolo".
Vamos a interrogarle y no nos aporta nada que no sepamos. Efectivamente él les sacó de los canales por mil colones cada uno (unos dos dólares) Y ahí se les ha perdido la pista.
Pero Ernesto y el equipo del OIJ, tienen las huellas, las pruebas (mi cuaderno), testigos, e incluso el nombre de uno de los malhechores. El caso está casi cerrado.
Al día siguiente volvimos al hotel, que por cierto se llama Pochotel y no es de coña. Con la ayuda de algunos de los trabajadores de la reserva y de Mónica encontramos algunas cosas más, mis otros dos cuadernos de campo, algo de ropa y algunas facturas, todo metido en una bolsa de bandolera que me había comprado en Navidad. Por lo que encontramos me doy cuenta que han seleccionado muy cuidadosamente lo que se quedaban y lo que no. Lo que no entiendo es que no se quedaran la bolsa, con lo que mola esa bolsa.
Aquí acaba la historia, probablemente no haya siguiente capítulo ni: "continuará", llamaré a Ernesto de vez en cuando para que no se olvide de mí y volveré a comprarme la cámara y todo lo demás. Por lo menos no he perdido nada que no pueda pagar. Todo lo impagable estaba entre los matorrales, tirado y no mojado, porque la bolsa esa es la caña, no sé cómo la han podido botar.
En esta vida que he elegido y que, de momento llevo, ya tenía asumido que alguna vez me pasaría algo así.