26 febrero 2007

Otra de ballenas

A diferencia del primer viaje de ballenas, salimos de La Paz hacia el Sur en lugar de al Norte. La idea era llegar a Cabo Pulmo, cerca del extremo de la península, donde se concentran muchas ballenas jorobadas o yubartas.
Estas ballenas tienen algunas características que las hacen muy carismáticas para el público general, la más importante de ellas es que les gusta saltar, y claro, imaginaros una ballena de más de 30 toneladas sacando todo su cuerpo fuera del agua como si fuera un delfín...Pero no es eso lo único que saben hacer. A veces sacan la aleta y parte del pedúnculo caudal para sacudir en repetidas ocasiones la superficie del mar. Otras asoman sus enormes y blancas aletas pectorales, como saludando, otras asoman la cabeza como para ver quien hay por ahí, o se acercan a los barcos para curiosear.
Otra de sus habilidades es el canto. El canto de los machos es el canto más prolongado y elaborado de todo el reino animal y esto no sería más que una anécdota sino fuera porque es relativamente fácil escucharlo pegando la oreja a la superficie de la panga, que hace como perfecto trasmisor de las ondas sonoras. Es un canto realmente bonito, melódico y un tanto esotérico como la música ambiental pero en bueno.
Pues todas estas cosas y alguna más las vimos en nuestro último viaje de ballenas al Sur de la península de Baja California.

Lomo y aleta dorsal de una Yubarta poco antes de ser alcanzado por una flecha para tomar biopsias. Foto hecha por mí con el equipo fotográfico digital de la UABCS

Saltos vimos varias veces, de adultos, de crías, de grupos de competencia (u grupo de competencia es un grupo de machos que persiguen a una hembra para hacerla madre de sus hijos, cosa que sólo uno consigue, pero imaginaros lo que tienen que hacer para conseguirlo). Los más espectaculares los vimos desde el barco una mañana muy temprano cuando un grupo de unos cuatro o cinco individuos decidieron darnos el espectáculo a menos de cien metros de distancia.
En otra ocasión, persiguiendo a un grupo de competencia para tomar muestras y fotos de todos, un individuo (podía ser un macho para ahuyentar a la competencia o una hembra para que la dejaran en paz) sacó la cola y comenzó a golpear el mar en series de hasta 13 repeticiones.
En esas circunstancias es fácil acertarle con la flecha para sacarle la biopsia, pero hay que acercarse mucho, y cuando ya estás a punto de disparar es porque estás muy cerca de una cola gigantesca que sacude con un fuerza brutal la superficie del mar y tú en tu pequeña panga de apenas 6 metros (el tamaño de la cola más o menos)y con la sensación de estar a punto de zozobrar, te sientes el ser más insignificante del lugar (supongo que las hormigas saben muy bien de lo que hablo).

Aleta cuadal de yubarta con su distintivo y único patrón de coloración. Las aletas son tan grandes que nunca preveo su tamaño adecuadamente. Foto hecha por mí con el equipo fotográfico digital de la UABCS

Por otro lado el mero hecho de perseguir a un grupo de competencia de al menos siete individuos, peleándose entre ellos para estar más cerca de la hembra, es algo impresionante. Ponerse en medio para tomar las mejores fotos y biopsias, es algo que parece de locos, pero te demuestra el perfecto control que tienen estos animales de su cuerpo, de sus dimensiones y del lugar que ocupan y que necesitan. En una ocasión, una ballena salió literalmente debajo de la panga, a la que dio un buen meneo, pero que si no es por una maniobra de esquivación rápida, precisa y eficaz, la hubiera volcado. En otro momento, tras tomar una biopsia, justo de debajo de la proa asomó otra ballena abriendo sus orificios nasales y salpicando a todos los que ocupábamos la embarcación. Hasta el investigador principal, con más de 20 años de experiencia, hincó las rodillas en la proa asustado de tan cercana espiración.

Lomo, aleta dorsal y fosas nasales de una yubarta. Foto hecha por mí con el equipo fotográfico digital de la UABCS

En los cinco días que duró el viaje vimos más cien ballenas (la mayoría yubartas, pero también alguna azul y una gris), sacamos más de cuarenta muestras y saqué cientos de fotos, algunas con mi viaje máquina de película, otras con mi pequeña cámara digital y otras, la mayoría, con una Canon EOS 10D con un objetivo de 300 mm, que me dejaron los investigadores y que me convenció para pasarme completamente al digital. Seguro que mis fotos con mi vieja cámara son mejores, pero todavía tardaré dos meses en revelarlas y ver los resultados.
Espero poder, algún día, repetir semejantes experiencias.
Por cierto, una buena noticia, a pesar de los japoneses y los noruegos, parece ser que todas las especies de ballenas están en aumento, incluso algunas especies con poblaciones muy buenas.
Ya sabéis, las cosas están muy mal, pero si no damos las buenas noticias, el sentimiento que se provoca es de pesimismo y abandono, por lo que creo que así se anima a la gente a seguir luchando por la conservación.

03 febrero 2007

¡Por allí sopla!

Es lo que decían en la famosa novela de Herman Melville (al menos en la tradución española que estoy leyendo), y es lo mismo que decíamos cuando avistamos un soplo en el horizonte, mientras navegábamos por el Mar de Cortés.
La experiencia ha sido tan buena, que me gustaría repetirla... pero tengo tanta suerte que la voy a repetir. Este mismo martes me vuelvo a embarcar en en Pezsapo II, un pequeño barco de pesca adaptado para el avistamiento de ballenas, (pezsapo, es el nombre común de por aquí, del tiburón ballena).
Lo que realmente marca la diferencia entre observar ballenas y lo que hicimos nosotros, es que nosotros fuimos acompañando al equipo de investigadores de la Universidad de Baja California Sur, dirigido por Jorge Urbán, un especialista en mamíferos marinos muy reconocido.
¿Y qué hay de diferente? Pues que cuando se ve una ballena en viajes turísticos, rezas porque ésta se acerque, ya que está prohibido acercarse mucho y de hecho no se pueden perseguir. Cuando veíamos una ballena nosotros, nos subíamos, cual capitán Ahab persiguiendo a Moby Dick, en una panga rápida y la perseguíamos, hasta conseguir las fotos necesarias para la fotoidentificación y la muestra de piel y grasa subcutánea necesaria para la biopsia (eso se consigue disparando unas flechas especiales con una ballesta).
¡Vamos! que había que acercarse mucho.
¡Vamos! que muy peliculero, pero real, real e intenso... muy intenso.

Las pangas arrastradas por el Pezsapo, detrás la isla San Francisquito

Además, al ir acompañados por investigadores, se aprende muchísimo, y no las típicas leyendas que cuentan los guías.
Mi primer avistamiento en panga, fue de un grupo de unos 20 cachalotes (cada uno de ellos de más de 15 metros de largo y unas 50 toneladas, tres veces más largos que la panga y muchísimas veces más pesados).

Lo más parecido a una foto de cachalote que tengo ahora disponible, Jean junto a un cráneo varado hace años

Después de conseguir la muestra de piel y grasa, el cachalote tomó aire, arqueó su cuerpo más de lo normal (lo que nos dice que se está preparando para una inmersión larga) y sacó la aleta caudal del agua (que sólo sacan para sumergirse verticalmente durante las largas inmesiones).
A través de mi objetivo fotográfico de 300 mm, lo estaba viendo todo muy bien; el orificio nasal ladeado a la izquierda, el soplo que sale dirigido a ese lado, la pequeña aleta dorsal y la gigantesca aleta caudal, cuyas puntas quedaron amputadas en la primera foto que disparé, ya que no me la esperaba tan grande.
Cuando se ve navegar una ballena superficialmente, comienza asomando la cabeza, luego el orificio nasal, que abre y cierra para respirar, luego va saliendo el lomo, que es como estos trenes que nunca dejan de pasar cuando tienes prisa, posteriormente la aleta dorsal y finalmente la cola, que puede sacarla o no, según se vaya a sumergir o vaya a seguir navegando superficialmente.
Además de cachalote, vimos ballena azul, el animal más grande que jamás ha existido, comiendo, lo que la hace parecer mucho más grande ya que llena su garganta con miles de litros de agua que luego filtra con sus ballenas para quedarse solo con el krill; rorcual común, por los dos lados, que es lo bueno, ya que esta ballena tiene la mandíbula izquierda negra y la derecha blanca; rorcual tropical, yubarta, exhibiéndose con saltos espectaculares (¿cómo es posible que un animal de más de 40 toneladas pueda salir completamente del agua de un impulso?); calderón tropical, delfín mular y delfín común, estas tres últimas especies en grupos que van de 50 a 300 individuos.
Tanta ballena y tanta adrenalina generada por sus avistamientos, casi me hace olvidar de los increíbles paisajes por los que hemos navagado, desde el Parque Nacional de Espíritu Santo al Parque Nacional Bahía de Loreto, pasando por infinidad de islas deshabitadas y protegidas con excelentes y preciosas playas, donde acampábamos para dormir.

Pisando tierra firme tras un primer día un poco movido para algunos. Isla de San Francisquito


Playa de Punta Gato, en la costa entre La Paz y Loreto

Para la próxima, espero tener alguna foto digital de ballenas grandes, para que algún suspicaz no piense que me ha poseído el espíritu errante y atormentado del Capitán Ahab, pero es que cuando me subía a la panga para acercarnos a las ballenas, me llevaba sólo mi cámara reflex con diapositivas, así que sólo puedo mostrar algunas fotos tomadas con la cámara digital desde el barco, a los juguetones delfines que disfrutan poniéndose en la proa de barco.

Algunos estudiantes fotografiando delfines mulares en la proa del Pezsapo II