15 enero 2007

¡Chihuahua!

Pues como decía, tras estar unos días en el DF con los padres de Mónica, nos fuimos para Chihuahua, el estado más grande de México (aproximadamente la mitad que España), concretamente a la Sierra Tarahumara, más conocida por los espectaculares cañones que la atraviesan y conocidas en el mundo entero como las Barrancas del Cobre, por donde pasa un tren con un recorrido espectacular.
El viaje de Chihuahua a Creel, lugar donde empezaríamos a conocer la sierra, fue en autobús, cinco horas de trayecto, donde a cada rato subía alguien a cantar, bien con guitarra, bien con acordeón, pero siempre con sombrero tipo vaquero pero de paja.
El conductor del autobús, para facilitar la escucha paraba la película. El bus estaba tan abarrotado que el guitarrista trasteaba en la vertical y el acordeonista abría el fuelle en el mismo sentido. Eso sí, cantaban con potente voz la misma canción una y otra vez, todas de desamor y ninguna de amor, con una voz entre melancólica y nasal que debe ser tan típica por estos lares como el perro que da nombre al estado.
En Creel nos alojamos y desde allí hicimos varias excursiones. La cuestión es que toda la zona estaba más nevada que cualquier estación de esquí de Europa y nosotros íbamos preparados como si fueras a una estación de esquí española, esto es, con zapatillas y un forro fino.
Así que hicimos excursiones más o menos domingueras, pero que nos dieron una idea de lo que por allí hay y un poso algo amargo que hace que cuando te vas te dices que tienes que volver, y realmente espero tener la oportunidad en el futuro de hacerlo y poder caminar por la infinidad de caminos que allí existen.
Mientras tanto, os dejo unas fotos:

Desde el autobús camino a Creel, campos nevados e infinitos


Unas cuevas cercanas a Creel donde viven algunos indios Tarahumaras. Los mexicanos se sienten muy orgullosos de su multiculturalidad y la gran diversidad étnica de su país, pero a fin de cuentas los indios, son siempre los que peor viven:


El Valle de los Hongos, cerca de Creel también, donde vive una comunidad Tarahumara (para ser precisos diré que la gente se llama a sí misma Raramuris y a su idioma Tarahumara, pero al final es este vocablo lo que se suele usar para ambos conceptos)


En el Valle de los Hongos:


El bosque de pinos me recordaba bastante a algunas zonas de España, especialmente a la zona de la Serranía de Cuenca, donde también hay muchas formaciones rocosas espectaculares:


La Cascada Cusárare, una espectacular cascada en horas bajas, según dicen, ya que la temporada de lluvias en Julio y Agosto, lleva mucha más agua (comparar el tamaño de la lámina de agua con los pinos para hacerse una idea del tamaño de la cascada. Los pinos son de tamaño normal, unos 20-30 metros):


Indígena Tarahumara en la orilla del lago Arareko vendiendo artesanía:


Mónica en la Barranca de Urique, camino a Batopilas, el cañón más profundo de toda la sierra y que tienen el orgullo de decir que es más profundo que el Cañón del Colorado, con más de 1800 metros de profundidad:


En el tren de las Barrancas del Cobre, conocido como Chepe y que atraviesa algunas de las barrancas de la sierra, pero, y pesar de que va despacio, se te hace que corre demasiado. El tren lo cogimos casi 2500 metros de altitud y nos bajamos seis horas más tarde a poco más de 300.


Y para terminar algo que no tiene que ver nada con Chihuahua. Es un restaurante cerca del Zócalo capitalino cuyo nombre es... curioso, pero desde luego mejor que esa famosa cadena de pollos gringa:

10 enero 2007

¡Vacaciones en México!

A continuación paso a relatar el viaje que hemos hecho por la Ciudad de México (Patrimonio de la Humanidad) y alrededores con los padres de Mónica. Para no aburrir al personal (que ya lo aburriré en otras entradas), resumo, pongo fotos y espero comentarios.
En la Ciudad de México (el DF para los mexicanos, por cierto que aquí la x entre vocales siempre se lee como j, a la antigua usanza del castellano, misma razón por la que Cervantes escribió Quixote y no Quijote, pero jamás pronunció la x como se hace ahora, y no me refiero a como lo hace mi madre, como si fuera s...) hay un montón de cosas que ver, algunas bien chingonas y otras que no son tan chido.
Vimos el Zócalo, una de las plazas más grandes del mundo (la tercera según los datos locales, tras Tiananmen en Pekín y la Plaza Roja de Moscú, pero si pincháis aquí veréis que ni tan siquiera es la más grande de México y la Plaza Roja de Moscú ni es la segunda ni es más grande que el Zócalo), donde nos comimos las uvas entre el exacerbado entusiasmo local.

Vista del Zócalo desde La Torre Latinoamericana. A la izquierda la Catedral y de frente el Palacio Nacional con lo murales de Diego Rivera

Visitamos el Museo de Antropología (más arqueológico que antropológico, pero esto es como los hijos, cada cual les pone el nombre que le da la gana), que es muy interesante y que está abarrotado. Si fuera como en el Louvre, donde cada pieza ocupa una vitrina (independientemente del valor de la pieza), sería tan grande como él.

Un indígena azteca, a la salida del Museo de Antropología, bailando y ofreciéndose para quitar los malos espíritus. Como contraste los rascacielos de Polanco al fondo

Hicimos una excursión a Puebla, ciudad llena de iglesias y de cerámica que ellos llaman de Talavera, así que como que no me pareció nada especial.
Fuimos a Teotihuacán, (Patrimonio de la Humanidad) que es donde los teotihuacanos construyeron unas pirámides muy grandes, que subimos y bajamos. Muy bonito.

La Calzada de los Muertos, con la Pirámide del Sol a la izquierda, desde la Pirámide de La Luna


Mónica y yo en la Pirámide del Sol, al fondo se ve la de La Luna. Foto: Uno que pasaba


Estuvimos en muy diferentes zonas del DF, el bosque de Chapultepec (que significa Monte de Grillos o Saltamontes, de ahí lo del Chapulín Colorado)

En el bosque de Chapultepec, espectáculo típico indígena. Está alto, sí.

el barrio Rosa, Polanco (que no se asusten los peperos, que nada tiene que ver con el susodicho), La Alameda con la Policía Montada...¿disfrazados de Pancho Villa?:


El museo de Bellas Artes, la casa de los Azulejos (tipo Talavera, ¿os suena?) donde cenamos en nochevieja, el Palacio Nacional con los famosos murales de Diego de Rivera:

Parte del mural principal del Palacio Nacional, con cierto tinte... ¿de izquierdas?

...que estuvo casado con Frida Kahlo, cuyo museo, que visitamos, está en el barrio de Coyoacán, que también visitamos...

Javier, Mónica y Cathy, en el museo de Frida Kahlo

... el barrio de San Ángel con su mercadillo de pintores en plan Montmartre, el mercadillo de La Ciudadela, el ballet folclórico nacional:


... y muchos sitios más.
Entre todo esto quiero destacar dos sitios, uno para bien y otro para mal.
¿Por cual queréis que empiece?
Como no podéis contestar, o todavía no sé cómo se podría hacer esto interactivo... empiezo por lo malo y luego lo bueno, al revés de como lo hacen los gringos, que primero te doran la píldora con lo bueno y luego te dicen lo malo de sopetón.
Lo malo, malo, malísimo es el Santuario de Guadalupe y su parafernalia proseletista católica romana lava-cerebros. Como este tema me toca muy profundo, prometo escribir una entrada para explayarme con tranquilidad.
Lo bueno, bueno, buenísimo, Xochimilco (que no, que sólo entre vocales se dice como j, aquí se dice como x, pero no de las de mi madre, ya sabéis).
Xochimilco es una red de canales y lagos (debería haber explicado antes que la Ciudad de México está construida sobre un lago, que fueron desecando y rellenando, quedando canales de drenaje y pequeñas lagunas, por donde se comunicaban los aztecas, algo parecido a Venecia, pero más colorido.
Y me pregunto yo ¿pero es que no hay suficiente tierra emergida donde establecerse? ¡con lo que vivir en el agua nos dificulta la vida a los seres vivos TERRESTRES!)
El caso es que Xochimilco, que está declarado Patrimonio de la Humanidad y, más importante, tiene una especia endémica de anfibio localmente llamado axolote; son un montón de canales con miles de barcas que llaman trajineras (y que no sabemos si viene de traineras o es debido al inmenso trajín que hay), más otras miles de trajineras más pequeñas que te ofrecen de todo, tacos, tequilas, tortas de maíz, mariachis, bandas, helados, chiles, artesanías, plata... todo ello inusitadamente con apenas turistas, todo muy mexicano, muy auténtico, muy caótico.
Si alguien viene al DF, sería lo primero que les recomendaría.

¿Cómo estaban los canales? ¡Abarrotaos!

Y casi para despedirmos, una visita al Museo de Historia Natural... una visita... ¡de miedo!