Salimos de La Paz a las 4:30 de la mañana, llegamos al aeropuerto con media hora de retraso según Aeroméxico y media hora antes de que lo abrieran, a eso de las cinco y cuarto.
Facturamos, desayunamos, pasamos el primer control y embarcamos a las 7:00.
El avión salió con cinco minutos de adelanto. ¿¡Qué tipo de aeropuerto es este!?
De camino a Hermosillo paramos en Loreto, todavía en Baja California Sur. Una vez en la ciudad sonoraense, pasamos por inmigración y abordamos el segundo avión rumbo a L.A.
Allí nos esperaba Shannon, que conocimos en La Paz, y que nos daría una vuelta por Venice Beach, que hizo la estancia en Los Ángeles más corta de lo que era. El paseo por Venice Beach fue de lo más peliculero, con músicos en patines tocando la guitarra eléctrica, todo tipo de puestos ambulantes (menos de comida), gimnasios al aire libre con musculitos exhibiéndose, tiendas variopintas y mendigos, muchos mendigos.
Venice Beach, típica playa angelina de película hollywoodense
Otra cosa que me llamó la atención fueron los andamios.
Después de tantos años subiéndome por andamios de toda España poniendo lonas, se me ha quedado esa manía de mirar los andamios y sus trabajadores. En la primera línea de playa en Venice Beach, las casas son carísimas y había unas cuantas en construcción. A pesar del futuro exhorbitado precio, no había una sola que tuviera un andamio que pudiera montarse legalmente en España. Todos eran estructuras metálicas pobremente ensambladas y malamente sujetas a la pared. Las plataformas de trabajo eran los típicos tablones apoyados en las barras, prohibidos hace muchos años aquí. Regresamos al aeropuerto, cogimos el avión a Londres, 10 horas más tarde bajamos de él y cogimos el último avión hacia la ciudad de nuestro destino, Madrid.
Ya llevo una semana aquí y todavía no he terminado de aterrizar.
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