24 agosto 2009

Montañismo

Es ésta una palabra muy en desuso, sustituida por otras más "modernas" como senderismo o trekking, o más específicas como escalada o alpinismo.
Sin embargo hubo un tiempo en que la palabra montañismo definía todo un conjunto de actividades y la palabra montañero a unas personas que se dedican a esas actividades que nada tienen que ver con la gran cantidad de gente que ensucia nuestras montañas domingo tras domingo.
Como yo empecé a salir a la montaña con tan solo 8 años y no había ni moderneces ni gran especialización, siempre me consideré montañero (del subtipo pisapraos, eso está claro).
Una de las cosas que más me gusta de la montaña, aparte de la montaña en sí misma, es el espíritu predominantemente solidario y altruista que todavía domina entre los montañeros.
Hace unos meses, mientras escalábamos en San Bartolo Mónica y yo con unas amigas, una me preguntó que quién ponía todas esas cosas (anclajes, seguros y reuniones) adónde nos enganchábamos y quién pagaba todo eso.
Al principio me pareció una pregunta inmediata de alguien ajeno a todo aquéllo, pero posteriormente me percaté de que lo que esa persona no entendía realmente es que todo aquéllo, costara lo que costara, lo pagaba el que quería abrir una vía para su disfrute y el disfrute de todo aquel que quisiera repetirla.
Y es que, desde fuera de todo ese mundillo, no resulta fácil entender que haya gente que invierte mucho tiempo y dinero en algo por lo que no espera más recompensa que satisfacción personal. Una vez que tienes el equipo, la escalada deportiva es gratis y sumamente segura.
No tienes que pagar un forfait para subir una y otra vez por las paredes.
No tienes que pagar una entrada para usar unas instalaciones.
Simplemente las usas y ya está.
Como digo, esto tan simple, al no estar dentro de un sistema monetario, resulta, para mucha gente, incomprensible.
Igual de incomprensible resulta para muchos, que haya quien decida pasar sus vacaciones en lejanas montañas escalando picos casi imposibles y que para colmo, sucedan accidentes y muera gente en ellos.
El montañismo en toda su amplitud, no es sólo un deporte, es una manera de vivir, de viajar, de conocer gente, de explorar.
Es probablemente uno de los deportes que más conocimiento ha aportado al ser humano y aún así se le denigra, se le cuestiona y no se le entiende en absoluto.
Somos capaces de entender que 100.000 borregos coreen el nombre de una persona habilidosa con los pies, que mete una pelota entre tres palos; que millones de personas peguen los ojos alienadamente en la tele viendo cómo unos locos al volante se ponen a 300 Km/h; que un tío que se dedica a empujar una pelotita con un palito por un campo artificial gane más de 80 millones de € al año; pero la mayoría de la gente es incapaz de entender que prefieras la montaña a la playa; que te guste sufrir en una cuesta interminable para llegar a un sitio del cual te darás la vuelta casi inmediatamente; que pases más miedo que vergüenza cada vez que te calzas unos gatos de escalada y que sin embargo vuelvas semana tras semana.
Hace poco, con todo el asunto de Óscar Pérez en el Latok II, leí una entrevista al hermano de otro montañero muerto el año pasado (Iñaki Ochoa) y rompía con el tópico de que su hermano estaría feliz porque murió haciendo lo que quería, ya que, aseguraba, su hermano no quería morir, su hermano estaba lleno de vida, probablemente más que todos los que día tras día hacemos cosas anodinas que no nos matan, pero nos carcomen.
También afirmaba, que pese a su temprana muerte y pese a que a muchos les pueda parecer un inadaptado social (y por extensión, todos los montañeros, entre los que me encuadro, más por inadaptado que por montañero), su hermano había vivido en apenas 40 años, más de lo que la mayoría viviremos en el doble de tiempo.
Días después Álvaro Novellón, compañero de Óscar, con el que culminó por primera vez la arista noroeste del Latok II, tras 25 expediciones que no lo consiguieron, decía cosas parecidas en su primera entrevista.
El montañismo profesional es muy poco conocido y valorado en nuestro país, a pesar de tener en todas sus variantes (escalada, alpinismo, himalayismo, grandes paredes, escalada artificial...) a algunos de los mejores profesionales del mundo; a pesar de ser el único país que ha filmado en documentales, las ascensiones a los 14 ochomiles (con el programa de TVE "Al filo de lo imposible", que si fuera de la BBC, lo tendríamos hasta en la sopa, en prime time y su director, Sebastián Álvaro que además ha sido el coordinador del rescate fallido de Óscar Pérez, sería pomposamente nombrado Sir por la reina, pero en su lugar fue jubilado anticipadamente), a pesar de tantas y tantas gestas deportivas.
Aunque me fastidia la poca importancia que se le da a estas actividades deportivas, en el fondo prefiero que siga siendo así.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que gran razón tienes con lo de Sebastián Álvaro.
Respecto a lo de los anclajes y demás, un amigo se dedicaba a instalar todos esos aparatajes tras haberse comprado su taladro con broca de diamante. Por suerte para él, cuando fue a la asociación española (o canaria) de montaña y escalada le dieron dinero por cada vía montada. Pero si no, lo habria aceptado y habría seguido montando anclajes para todos.
Este espiritu es sin duda lo que mñas me gusta de la montaña, nos ayudamos y nos damos consejos para superar una pared o escoger la mejor vía o encontrar una fuente. Nada que ver con otros deporte de naturaleza que presumen de ser "inspiradoras", como el surf, pero que sacan lo peor del ser humano. ¿Te imaginas a alguien en la montaña diciéndote que esa pared es mía y no puedes escalarla igual que los surferos te dicen que esa ola es mía y tu no puedes surfearla?

Iñaki Abella Gutiérrez dijo...

Joder no sabía lo de esa ola es mía... anda que... ya le vale a la peña. Lo que si me dijo una vez un surfero es que la tabla es como la novia, no se deja y sólo la monta el dueño... aunque supongo que también habrá cuernos...
Pues nada chaval a ver si llamas o algo...

Iñaki Abella Gutiérrez dijo...

Y lo del buceo... no es que haya buceado mucho, pero ya he visto unas cuantas broncas más o menos fuertes en los centros de buceo por chorradas, y por lo que cuentan, en muchos sitios, una vez llegado a la zona de inversión lo norma es: ¡tonto el último! y por lo visto la peña pasa por encima de lo que haga falta.