Al fin de vacaciones, ahora sí, aunque no pagadas.
Pensé que nunca iba a llegar este momento, que finalmente se retrasó porque a Mónica no se le ocurrió otra cosa que operarse de la vesícula a última hora, retrasando la salida más de una semana.
Salí de la reserva el cuatro de octubre, tuve un par de reuniones, una con el jefe para evaluar rápidamente y calcular el finiquito y otra con una organización que estamos montando entre los torturólogos, (fijaos que digo torturólogos de tortura y no tortugólogos de tortuga, por algo será), del caribe costarricense.
Mónica llegó el día 7, con casi dos horas de retraso, por lo que empezaba a temer de nuevo por mis vacaciones.
Resulta que todos los vuelos llegaban a su hora y en el aeropuerto de San José no hay tanto tráfico como para estar dando vueltas por el aire, así que ya estaba yo pensando que se había estrellado y que me iba a quedar sin vacaciones, además del rollo de tener que hacer todos los papeles de la repatriación del cadáver, que digo yo… quien quiere un cadáver churruscado que probablemente tan siquiera sea de quien esperas que sea.
Pero no, no se estrelló, sólo que fue el único vuelo del día retrasado.
Esa misma tarde nos fuimos a cenar con el jefe y su mujer (la segunda, por si hay alguna Maruja), que afortunadamente fue más bien corta, porque la verdad, quien quiere cenar con el jefe cuando estás a punto de comenzar las vacaciones y tienes que levantarte a las 4 de la mañana para coger un autobús que te llevará 200 Km. más allá en "sólo" 12 horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario