Supongo que ya estáis por ahí sufriendo los primeros calores que yo vengo sufriendo ya cuatro meses. Pues nada, nada, a aguantarse y pensar en mí, que cuando de nuevo estéis abrigados hasta las orejas, seguiré soportando malamente este calor que ahora os acecha.
En el trabajo más o menos bien, o más o menos mal, según el momento y el asunto.
A nivel "biológico" muy bien, van saliendo proyectos nuevos y se van materializando otros viejos. Lo mejor es que estamos formando un grupo de personas muy interesadas en un proyecto aquí, dirigido e iniciado por nosotros, de tres paises y varias instituciones que tiene muy buena pinta y, que si fuera licenciado bien podría ser mi doctorado. Pero, ¡ay! Los anacrónicos planes de estudios españoles, cohartan la creatividad y valía de los españolitos de a pie, y luego nos quejamos de que todos los cerebros se vayan a los EEUU. Y no es una cuestion de dinero por lo que se van principalmente, sino de oportunidades, de verdaderas oportunidades sin cortapisas.
Bueno, al lío, que me dan ganas de quemar la quinta planta del edificio nuevo de biología de la complutense. Y el lío es Bocas del Toro.
Espero que ya empiece a sonaros este nombre por que es la tercera vez que voy y desde luego no me canso. Esta vez estuvimos visitando otro proyecto de la ONG para la que trabajamos, en una isla de Bocas del Toro, llamada Bastimentos y que es Parque Nacional, lo que no quita que estén talando y arrasando con todo para una urbanización de lujo al más puro estilo Baleares (hay un término turístico internacional que es "balearización" y que ya supondréis lo que expresa)..
Pero mientras terminan con lo poco que ya queda, estuvimos en la que llaman Playa Larga, una playa no muy larga de arena fina, blanca, básicamente de coral, con el arrecife a menos de 100 metros de la costa y con la selva dando más sombra que todas las sombrillas del Levante.
Por el día siesteábamos, algunos más que otros, por la tarde "snorkeleábamos" y por la noche patrullábamos en busca de... tortugas. Si amiguitos, es otro proyecto de tortugas marinas. De cualquier modo fue relajante no estar a cargo de nada más que de ti mismo y no mucho, ya sabéis lo irresponsable que soy.
En Bocas, capital, cenamos esas muchas cosas que nos son imposibles de cenar en la reserva y que para cualquier españolito forman parte de su dieta más o menos normal. Así que, ya que no nos gastamos nada en alojamiento, nos lo gastamos, pero bien, en comida.
Estuvimos en una cala al lado de Polo, que sólo ella merece la pena un viajecito a Bocas, realmente muy bonita, pequeña, con el agua más transparente que en la bañera, con el arrecife a menos de 50 metros, cerrada en una pequeña bahía con algunos islotes repletos de vegetación y la selva a tus espaldas. ¿Qué mas se puede pedir? ¡Pues que no corten la selva para construir casas de lujo!
Polo es un negro que vive en una playa al lado de esta cala. Tiene un pequeño bar que da comidas y bebidas a los turistas y le han querido comprar el terreno para construir. Afortunadamente Polo no vendió. Desafortunadamente poco les importó a los constructores y sus planes de construir siguen adelante. Afortunadamente una rica neozelandesa se enteró del tema y le subvenciona el mejor bufete de abogados de Ciudad de Panamá para que Polo mantenga sus tierras tal y como las tiene. ¿Final feliz?, pues no creo, seguramente la constructora acabará pagando más al bufete y Polo se quedará sin playa.
Polo es un personaje de esos de película. Cuando yo estuve allí tomando una cerveza, estaba contando constantemente la misma historia, que un hombre negro había estado el día anterior, se había comido dos platos de arroz y frijoles y dos cervezas y se había ido sin pagar. Polo es un hombre negro de unos 60 años y que habitualmente habla inglés caribeño y menos y peor, español. Así que a su manera nos contaba la historia una y otra vez a cuatro personas que estábamos allí, Mónica y yo más un colega que trabaja en Playa Larga y un negro que hace las veces del camión de las cervezas pero en bote. Polo no paraba de decir: Polo no gusta ome negro (así lo escribe en todos los carteles que tiene repartidos por su propiedad), Polo no sirve ome negro. Ome negro malo, Polo solo sirve turista.
Y luego repetía la historia: Dos platos, dos cervezas y (y hacía un gesto con la mano como cuando expresas que alguien se marcha rápidamente) ome negro malo, Polo no sirve ome negro.
Obviamente Polo no es un hombre de palabra, porque de lo contrario no habría sido engañado por un negro que no le pagó la comida.
La situación era bastante delirante y especialmente se reía el negro repartidor de cervezas, con una sonrisa de esas que solo los negros pueden tener, blanca reluciente.
Cuando regresábamos en el bote del repartidor de cervezas a Bocas capital, pasamos por el hotel que los padres de Mónica han reservado para agosto, es muy bonito, frente al mar y con una buena zona para bucear. Además tiene toda la pinta de ser de esos muy buenos lugares para siestear que cada vez aprecio más.
Por aquí seguimos planteando proyectos, conociendo a gente interesante, estableciendo contactos y forjándonos un futuro como torturólogos, muy a nuestro pesar.
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