Mi último grupo galapagueño empezó igual que terminó, muy, muy divertido. Era un grupo más o menos grande, de unos doce chavales, bastante animados y divertidos, nada que ver con la tónica que había visto hasta entonces.
Con ellos venía una profesora bastante entusiasta. Se llamaba Ondina y cantaba en el coro, lo que no sabíamos era en qué coro, porque no nos quiso, a mi y a mi compañero Sam, decir en público en qué coro cantaba, o más bien, había cantado pues actualmente ya no lo hacía.
Finalmente cuando ya se fueron todos los chicos, nos pasó discretamente una servilleta con dos palabras para que averiguáramos de donde era el coro en el que había cantado.
Esas dos palabras eran: Monja y cárcel.
Supongo que ella pensaba que podría ofrecer dudas al respecto, pero obviamente había estado en un convento, de hecho casi parecía recién salida de allí.
Después de contarnos sus experiencias religiosas y compartir con nosotros los hondos motivos por los que lo dejó, (realmente creo que compartió algo bastante íntimo con nosotros, ¡y eso que nos acababa de conocer! y supongo que, aunque extraño, es de agradecer), pasamos al turno de preguntas. Y ahí los gringos son realmente buenos.
Aquello fue para mí algo así como "Lo que siempre quisiste saber sobre las monjas y nunca te atreviste a preguntar", pero Sam sí se atrevía a preguntarlo, y tan directamente que sonaba tan natural que Ondina no tenía otro remedio que contestar y yo, otro que escuchar y callar.
Pasada su etapa espiritual, nos comenzó a contar cómo había llegado allí, a las Galápagos, y esto resultó ser otra historia.
Resulta que había venido como asistente de investigación de un profesor de botánica de una universidad japonesa, para el que básicamente recogía muestras de plantas y las herborizaba. Posteriormente el Dr. Ito, que así se llamaba el botánico nipón, las clasificaba.
Sí, ya sé que no os creéis que se llamaba así, que esto parece una nueva edición de las "Jornadas del chiste fácil" y que resulta tan obvio y tan burdo que no me merece la pena tratar de convenceros de que el doctor japonés se apellidaba Ito, y como nunca lo conseguiré,no voy a perder letras en intentarlo.
Esta experiencia suya nos resultó muy útil, porque realmente sabía mucho de plantas y aprendimos mucho.
Según se iba mi grupo galapagueño, venía mi primer grupo gringo.
La verdad es que estaba un poco nervioso. No es la primera vez que trabajo en inglés, he tenido que guiar bastantes turistas y grupos de estadounidenses en Costa Rica, pero esta vez, me sentía más obligado a que me entendieran bien, al fin y al cabo iba a ser como un profesor para ellos y si no entiendes a tu profesor ya sabes lo que pasa, fracaso escolar que se llama y que siempre se achaca al alumnado y nunca al profesorado, que sinceramente creo que tiene tanta, si no más, culpa que el alumno (y no lo digo para justificar mi propio fracaso escolar que en cierto modo todavía me acompaña).
Todo fue bastante bien, me hice entender suficientemente bien y explicar ciertas cosas como juegos o actividades de toma de datos de campo, no me resultó muy difícil y además, el hecho de que a veces no me salgan las palabras hace que sepa mejor quienes están atentos a lo que digo y quienes no.
Otro tema eran los alumnos.
No sé si alguien recuerda la película de los años veinte de Tod Browning "La parada de los monstruos" ("Freaks" en la versión original). Trata de una compañia circense donde han reunido a una serie de extremos humanos, como un enano, un gigante, la mujer barbuda y otra serie de deformes, para exibirlos en un circo ambulante.
Bueno, pues no había enanos, ni mujeres barbudas ni nada de eso, pero desde luego era un excelente ejemplo de cuán enferma es la sociedad estadounidense, (y la española va por parecido camino, desgraciadamente).
De 16 chicos y chicas, sólo dos no tomaban ningún tipo de pastillas. De estos catorce, doce tomaban pastillas para distintas disfunciones psicológicas, la mayoría antidepresivas, pero también para la hiperactividad, la falta de concentración, el sueño o la ausencia del mismo...
De los 16, la mitad eran asmáticos y de éstos cinco necesitaban su tratamiento diariamente con distintos inhaladores, lo cual representa un grave problema para la ONG para la que trabajo, porque en estos casos, nosotros personalmente, en nuestra mochila, debemos llevar un inhalador de repuesto para cada uno, y sino lo hay el chico o la chica en cuestión, no puede salir al campo. Ya, esta ONG debería tomar unas pastillas contra la histeria.
Afortunadamente no hubo ningún problema y una vez pasada la impresión causada tras la lectura del informe médico de cada uno (lectura obviamente obligatoria para nosotros), las cosas se llevan con más normalidad de lo que pudiera parecer.
Como digo la primera impresión es de miedo, miedo a que pase cualquier cosa a esa panda de enfermos. La segunda impresión, cuando ya has superado ese miedo, es de pena. Mucha pena.
Todos eran alumnos de un colegio privado de California, lo que eso es igual a gente muy rica y es una pena ver cómo lo tienen absolutamente todo y aún así, o precisamemente por eso, no son en absoluto felices y tienen muchos problemas psicológicos.
Mi próximo grupo es más normal, hay algún asmático y algún depresivo, pero no es la tónica general. Ya veremos cómo resulta.
Después de esos cuatro días en la finca donde hacemos parte del programa, continuamos el mismo con un día de intercambio cultural, de manera que mi último grupo galapagueño, un grupo excepcional, pasaría el día con este grupo de gringos. Ese día se enseñan unos a otros los trabajos que han hecho en la finca, todos sobre distintos aspecto de estudio de suelo y ahí me dí cuenta que debo ser un buen profesor.
Mi grupo de estudiantes galapagueños, a los que Sam y yo habíamos enseñado, tenían unas presentaciones y unos estudios significativamente mejores que el grupo de gringos, con los que yo había estado pero no había enseñado, y que en principio tienen una mejor preparación académica que los galapagueños, que soportan una enseñanza pésima.
En este día de intercambio nos volvimos a encontrar con Ondina, la profesora de los galapagueños y me propuso hacer una excursión a los túneles en mis días libres.
Los túneles son unas formaciones volcánicas de lava y que no sé muy bien cómo se forman, pero obviamente son túneles de lava por los que puedes caminar, y si estáis más interesados, en Canarias hay algunos de los más largos del mundo. En la isla donde estoy hay varios de estos túneles, algunos más turísticos que otros y Ondina me propuso ir al que llaman "Túnel del Amor".
Lo peor de todo es que no le dije que no.
Me gustaría ser tan directo como los gringos.
Preferiría ir con el Dr. Ito o con la "Parada de los mosntruos".
Aquí va una foto con dos compañeras en el día de intercambio.
2 comentarios:
¿Soy el único que ha notado ciertos saltos en el presente relato que ocultan, incluso censuran, las respuestas de la monja a las preguntas del tal Sam, así como las actividades realizadas en el tunel del amor?
¡estoy contigo jose! pero creo que lo hace para que le preguntemos y suba ese contador que no ha pasado de las unidades de decenas aun...
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