18 diciembre 2007

Dieciocho grados Sur

Mi primer viaje a los trópicos fue al pantanal boliviano. Allí estuve un par de meses, julio y agosto, en la estación biológica de El Tumbador cerca de Puerto Suárez, cerca de Corumbá en Brasil, alrededor de los 18º Sur.
El bosque era típicamente chiquitano, bosque semideciduo, esto es, que en la época seca muchos árboles, pero no todos, pierden las hojas. Oscar, el director de todo aquéllo, me contaba cómo cambiaba todo en cuanto empezaba a llover, allá por el mes de noviembre. Y me ponía los dientes largos con todas las maravillas que la explosión de vida traída por la lluvia, acarreaba.
Unos cuantos años después y muchos kilómetros al este, a unos 18º Sur, he podido vivir esos cambios que Oscar me contaba.
Llegué a Gorongosa a finales de octubre, al final de la temporada seca, en lo más seco del año.
No había yerba ni plantas herbáceas, la mayoría de los árboles, pero no todos, hacía tiempo que habían perdido sus hojas, el paisaje era un lugar seco y yermo con poco atractivo en sí mismo. Esta ausencia de agua y vegetación se traslada a la fauna, que, o se concentra en los pocos lugares donde se mantiene aún algo de agua o está en un estado de dormición o letargo.
Es una buena época para ver grandes mamíferos (por eso los safaris se concentran en la temporada seca, nuestro verano, su invierno) ya que se reúnen en los puntos de agua y la ausencia de vegetación herbácea les hace fácilmente visibles, pero el resto de la fauna y la gran mayoría de la flora están bajo mínimos.
El lunes salimos de Gorongosa inmersos ya en la temporada húmeda, ya ha llovido mucho, hay grandes superficies inundadas (el parque se asienta en las llanuras de inundación del Punguè y el Urema), la yerba se levanta más de un metro del suelo, no hay arbusto sin flores, las hojas de los Brachystegia (el árbol dominante del miombo) ya han cambiado del marrón con el que nacen a un verde brillante y la frondosidad que las hojas dan a los árboles hacen que parezca un bosque cerrado más que una sabana.
Una miríada impresionante de insectos pululan por todas partes, las hormigas y las termitas, ahora aladas, “llueven” del suelo en busca del cielo, para fundar nuevas colonias; las cícadas emergen del suelo y brotan de sus larvas para ensordecer el ambiente; las mariposas adornan todos los rincones, los reptiles aprovechan y rellenan sus reservas; las ranas se preparan para su gran fiesta de vida, de sexo; y para colmo de bienes, millones de aves han venido desde Europa o desde zonas más septentrionales de África para aprovecharse de este maná, auténtico ambrosía para todos.
Ya no se pueden hacer safaris porque los caminos están impracticables, pero supongo que ahora es más dificil ver mamíferos ya que ahora estarán más dispersos, puesto que encuentran agua a su antojo.
No hay turismo y las instalaciones de Chitengo han sido cerradas a casi todos, pero a pesar de que muchos volvemos a nuestras casas, otros muchos (en realidad la mayoría de los trabajadores del parque) ya están en sus casas y pueden disfrutar de las bellezas del lugar, o más bien, lidiar con sus dificultades.
Mientras los ricos y urbanitas vemos la naturaleza llena de encantos con los animales como cúlmen de tanta maravilla, los pobres rurales tienen una relación muy diferente con ella.
Preguntas a un turista recién llegado de un safari y describirá sus momentos álgidos con el avistamiento de leones, elefantes, hipopótamos o cocodrilos.
Preguntas a los locales y tienen la misma respuesta casi en cualquier lugar del mundo.
¿León? ¡Mata!
¿Cocodrilo? ¡Mata!
¿Hipopótamo? ¡Mata!
¿Impala? ¡Rico!
¿Antílope? ¡Rico!
¿Facocero? ¡Rico!
Que la yerba esté alta resulta muy lindo... y muy peligroso.
Que haya agua por todas partes es muy bonito pero da mucho trabajo en las machambas (huertas familiares).
El río trae mucha agua... y muchos cocodrilos (apenas hace un par de semanas una madre se despistó un segundo cuando se lavaba en el río, y el cocodrilo se llevó a su hijo).
Que hay que seguir trabajando en el parque, implica tener que cruzar el río diariamente en unas canoas jamás usadas por los musungu (hombre blanco en sena) en estas épocas, de lo contrario, seguro que tendrían otro tipo de embarcación.
Poco antes de salir del parque, Mónica y yo cruzamos el ahora enorme río, en una de las canoas que los locales usan todos los días, para verlo y comprobar cómo estaba la situación en donde viven la mayoría de los trabajadores del parque.
Si te pones en su piel, las cosas no parecen tan bonitas.
Si se quiere proteger un territorio hay que ponerse en la piel de los que lo habitan y solucionar sus problemas, de lo contario, jamás apoyarán su conservación y por tanto jamás estará bien conservado.

El campo de fútbol, ahora de césped natural, tras varios meses de ser de tierra


Amanecer en Gorongosa, la yerba es la protagonista ahora, de gran parte del paisaje por estos lares


Una vez que te decides a hacer lo que muchos hacen todos los días, coger la canoa para cruzar el río, te incrustas en la pequeña embarcación, y empieza el viaje. Lo que antes era la pista que llevaba al río, ahora es, en gran parte, el canal que lleva al río. Luego una explanada llena de carrizales y después de éstos (que se ven en la foto en segundo término) empieza el río propiamente dicho. En este tramo el marinero lleva la canoa con un palo tocando el fondo y empujando


El río Punguè en todo su explendor, con sus aguas repletas de sedimentos, corrientes, hipopótamos y cocodrilos. Para las embarcaciones éstos no son peligrosos, pero aquéllos sí, y mucho. Aquí se deja el palo y se coge el remo


Esperando pasajeros para cruzar


Esperando canoas para cruzar



Preparando las embarcaciones. Después de cada viaje hay que vaciarlas de agua, pues no son todo lo impermeables que se podría esperar de algo que va a cruzar un impetuoso río



Remando a toda máquina en la parte central del río, contra fuertes corrientes que arrastran la canoa río abajo. Primero se rema muy cerca del margen río arriba en aguas calmas, y una vez alcanzada cierta zona, se ataca el río perpendicularmente a su cauce y se rema rápidamente mientras bajas más metros de los que avanzas. Finalmente, y si los cálculos han sido buenos, se llega a buen puerto.
La chica se acaba de dar cuenta que se ve en la pantalla de mi cámara. Mi cámara está formada por dos partes que giran sobre un eje, de modo que puedes apuntar el objetivo y tener la pantalla en el mismo plano. Estas cosas les encantan, no están habituados a verse a sí mismos



Tras cruzar el río, todavía quedan charcos que hay que vadear como se pueda. Estos charcos están conectados con el río, pero no siempre son navegables por las canoas, aunque sí por los cocodrilos

Obviamente en Vinho, la pequeña población cercana a Chitengo, están encantados de que el parque haya vuelto a la actividad y que haya un musungu inviertiendo mucho dinero; muchos tienen trabajo y otros muchos trabajos indirectos. Ahora casi todo el mundo tiene bicicleta (tras ahorrar una media de diez meses los 1200 meticales, unos 30 €, que cuestan) y ya hay un taller de reparación y un servicio de bici-taxi (te llevan en la parrilla hasta Nhamatanda a unas tres horas de pedaleo; desde luego el bici-taxista y el remero de canoas, podrían competir a alto nivel en muchos países occidentales, no hay más que verles).

Típica bicleta de piñon fijo, con frenos de varillas rígidas, guardabarros, faro, timbre y sillín con muelles como la que conserva mi padre de su juventud

Se ha hecho mucho.
Queda mucho más por hacer.

12 diciembre 2007

Zimbabwe

Zimbabwe significa "gran casa de piedra", ya que aquí se asentó entre los siglos XV y XVII una gran civilización que comerciaba con los árabes y que empezó a decaer con la colonización portuguesa de principios del siglo XVI.
Ayer estuvimos en Zimbabwe.
Más o menos.
Quiero decir que ayer, Mónica tenía que renovar su visa para permanecer en Mozambique y fuimos a la frontera con Zimbabwe para solucionarlo.
La verdad es que odio las fronteras, no sólo porque dividen artificialmente el mundo con las horribles consecuencias que todos conocemos, sino porque el ambiente de chanchullo y trapicheo que se respira es irrespirable.
En esta frontera hay cientos de personas esperando. No sabemos a qué esperan pero ellos lo hacen.
Quizá la respuesta está en la historia reciente, muy reciente, de Zimbabwe.
Zimbabwe formaba parte de la colonial Rhodesia, nombrada así por el colonizador inglés Cecil Rhodes; vamos como si yo llego a un sitio y le llamo Iñakilandia o Abellaterre.
¡Demencial!
En los años sesenta hubo un intento de independencia comandado por la minoría blanca, con Ian Smith a la cabeza, implementando un estado, Rhodesia, con ideas cercanas al apartheid surafricano, que nunca fue reconocido por la ONU a instancias de UK y que, con la vista que da el tiempo pasado, es lo mejor que le ha ocurrido a Zimababwe en su corta historia. Hace sólo unos días murió en Ciudad del Cabo.
Finalmente en 1980, tras guerras varias, Robert Mugabe ganó unas elecciones.
Al parecer de hoy, ganó las elecciones a "dictador vitalicio".
Actualmente Mugabe está acusado de crímenes contra la humanidad y de genocidio contra su pueblo Ndebele, motivo por lo que el gobierno británico abandonó la reciente cumbre entre Europa y África de Lisboa cuando acudió el dictador. En realidad debían haberla aprovechado para detenerle y poner orden en su país.
Tras la conquista de la independencia comenzaron los ajustes más o menos justos, más o menos injustos.
En la época de la independencia "blanca" el 70% de las tierras estaban en manos del 1% de la población, blanca por supuesto.
La injusta distribución de las posesiones produjo, sin embargo, que Zimbabwe fuera la granja de todo el África meridional, exportando productos incluso a Europa, y siendo la principal fuente de riqueza del país, por encima de la minería y el turismo. Esta riqueza se trasladó a otros ámbitos e hizo de este país el más educado del continente, título que todavía obstenta, a pesar de las dificultades actuales.
Entre 1998 y 2000 Mugabe decide por fin, redistribuir las tierras de los blancos. La idea en principio era dar a los trabajadores negros la posibilidad de participar de las ganancias de las tierras que trabajan. Muy bien.
La realidad fue que las tierras fueron distribuidas entre familiares y diputados del partido de Mugabe, que cogieron el dinero y corrieron, dejando tras de sí una "merienda de blancos" a manos de los explotados trabajadores negros, que de nuevo se quedaron sin nada.
A resueltas de esa crisis, la mayoría de las granjas coloniales siguen a día de hoy sin producir.
Para empeorar las cosas, en 2005 Mugabe decide, por decreto, acabar con la venta ambulante y las chabolas. Cualquiera que haya viajado por África o tenga un poco de imaginación, imaginará las consecuencias de ambas medidas.
Hoy su PIB es la mitad que en 2000.
Como consecuencia macroeconómica Zimbabwe tiene hoy día una inflacción de más del mundo 15.000%.
De una población de unos once millones de personas, casi cuatro han huído de su país, entre ellos la casi totalidad de los blancos. Éstos actualmente no pueden regresar a su país ya que no les renuevan el pasaporte, estando oficialmente sin patria, siendo refugiados politicos en Suráfrica, Zambia, o Mozambique (como más de un compañero de Mónica).
En lo que a salud se refiere, Zimbabwe ha pasado de una de las esperanzas de vida más altas de África: 60 años en 1990, a la más baja del mundo actualmente: 37 años para hombres y 34 para mujeres.
La mortalidad infantil ha ascendido de 53 a 81 por mil en el mismo período, el sida afecta a casi el 25% de la población y se estima que en 2050 la población habrá descendido en dos millones.
Actualmente Zimbabwe está sumido en una auténtica crisis humanitaria, que dejó de salir en los periódicos occidentales en cuanto acabaron de morir blancos, pero que desde entonces no ha hecho sino empeorar dramáticamente.
Como no tienen petróleo ni armas de destrucción masiva les dejaremos que se pudran.

09 diciembre 2007

En Tofo

Aprovechando unos días libres de Mónica, para mí todos los días son libres de momento, nos fuimos a bucear a Tofo en la provincia de Inhambane y enfrente de este histórico puerto.
Tofo es un área de buceo bastante famosa donde se da una buena concentración de tiburón ballena y manta raya, además de miles de peces de miles de colores y otros miles de invertebrados de otros miles de colores (léase estrellas de mar, nudibranquios, anémonas, corales, caracoles...)
Pero antes de ir había que llegar y para llegar había que coger un bus unas doce horas.
Aquí los buses pequeños les llaman "chapas", son pequeñas furgonetas de esas de Nissan de hace unos cuantos años con nueve plazas que aquí se convierten en 18 más conductor. Pero el que nos iba a comprar los billetes nos aseguró que no era una chapa, donde yo no me meto ni loco, ya no estoy para estas cosas.
Cuando llegamos a coger el bus, vimos, con más desesperación que resignación, que era un chapa, más grande, pero chapa.
Lo de más grande puede parecer un alivio, pero nada más lejos de la realidad; lo de más grande significa más espacio y más gente.
Así que en un minibus de unas 15 plazas, aquí meten 30; y como cobran un extra por llevar las maletas en la baca, todo el mundo las llevábamos en el interior. Primero entran los de atrás, les rellenan con maletas y así hasta que está lleno todo el "chapón".
Había una horrible y futurista película de Stallone, donde va conduciendo un coche en compañía de una no menos horrible Sandra Bullock, y de repente se estrellan pero no pasa nada porque una especie de espuma les envuelve. Bueno, pues la función de la espuma la realizaban las maletas, bolsas y demás, así que por nuestra seguridad no estábamos preocupados, estábamos preocupados por el "síndrome de la clase infraturista": ¡diez horas sin poder mover un músculo!
Salimos de Chimoio a las 4 de la mañana. Quince minutos más tarde paramos para ver por qué el tubo de escape se ha metido en el autobús mientras los pasajeros han sacado las cabezas fuera. Yo pensaba que era el final del viaje. Piden un cuchillo, levantan una tapa entre el conductor y el acompañante que da al motor y en unos minutos está arreglado.
Cuesta el arranque; cuesta meter la primera marcha... y la segunda... pero finalmente tira.
Vamos cogiendo la posturita y finalmente y debido al madrugón, caemos dormidos.
A eso de las siete de la mañana y tras tres horas de sufrimiento, nos despierta un gallo histérico que se ha escapado del maletero y ha entrado en la cabina para escándalo de los pasajeros que entre dormidos y somnolientos actúan ante él como si fuera la primera vez que ven uno; se mueven sin poder moverse de un lado para otro, agitan los brazos sin poder agitarlos y gritan como locos sin poder gritar.
Después de esto ya no podría dormir más.
Para la vuelta nos encargamos nosotros de comparnos los billetes en la compañía adecuada (Pantera Azul, por si venís por aquí, ¡no viajéis en otra!) y así pudimos disfrutar de un bus normal, con aire acondicionado, televisión (aunque pongan la más horrible aún "Días de Gloria" del tan horrible como la anterior, Tom Cruise), asientos reclinables, piscolabis y cuarto de baño.
Lo más alucinante de todo es que ambos transportes cuestan exactamente lo mismo.
Y entre ambos viajes, pues disfrutamos de Tofo, buceamos, visitamos Inhambane, que era un puerto comercial importante antes de la llegada de los portugueses, dominado por los árabes que controlaban el comercio en todo el Índico.
El buceo como he dicho antes, increíble. No vi tiburón ballena, y debo ser el único que no lo ha visto en una visita a este lugar, pero bueno otra vez será. Lo que sí vi fue manta raya.
Estaba yo haciendo una especie de curso de buceo profundo, (a unos 30 metros, ya ves tú qué profundidad, pero es que aquí son muy suyos), cuando de repente la vi pasar.
Era como las naves imperiales en la Guerra de las Galaxias...
¡No!, era como las naves imperiales en la parodia de Mel Brooks "Spaceballs"
Era enorme, estaba en lo que se llama una estación de limpieza, un punto donde los animales grandes van buscando peces que les desparasiten, por lo que estaba muy tranquila, casi sin avanzar, flotando en el agua sin aletear y si se movía era por la pequeña corriente. Pude disfrutar de ella unos larguísimos e intensísimos segundos, hasta que de un suave y elegante aleteo, desapareció de nuestro campo visual.
Además, como comentaba arriba, hemos visto miles de cosas; la verdad es que es un mar con muchísima vida y muy variada.
En Galápagos, recuerdo que había mucha vida, pero no recuerdo que fuera tan variada.
Después de estar el año pasado en Baja California Sur trabajando en un censo de invertebrados marinos, donde muy meticulosamente recorríamos grandes superficies, aquí los buceos se me hicieron cortísimos, quería pararme a mirar cada detalle, cada pez diferente, cada estrella, cada molusco... pero la bombona apenas da para 35 minutos (aquí se empeñan en hacer una parada de seguridad a los 12 y otra a los cinco metros, así que hay que guardar aire...)
Por lo demás, compartimos una larga conversación muy interesante con una pareja de Barcelona, él es médico y daba clase en la universidad de medicina de Beira, aprendimos a jugar al Bawo con unos holandeses que lo habían adquirido en Malawi, buceamos con varios catalanes y madrileños y evitamos el centro de buceo dirigido por surafricanos que no saben ni a cuánto está el metical.

Mónica más contenta que unas castañuelas al llegar a Tofo, una vez superados los espamos producidos por el síndrome de la clase infraturista


Vista a la izquierda de la playa desde el sitio donde nos alojamos


Vista a la derecha desde el mismo sitio


Niños jugando en la playa. Juegan con un palo al que han puesto un eje perpendicular que ha dotado con ruedas provenientes de latas de cerveza. El de amarillo además se había hecho un volante y movía el eje con hilo de sedal


En el mercado de Inhambane, comprando algo de artesanía que no parecía la típica artesanía globalizada tan de moda en todas partes (bueno los batik sí están globalizados)


Viendo fruta para ver qué compramos: los mangos buenísimos


La señora que finalmente nos convenció, y probablemente timó, ingenuo musungu...


El mercado callejero de Tofo, más turístico, donde vendían capulanas y pareos mientras freían camarones a la parrilla


Las barquitas con las que van a faenar los marineros de aquí. Apenas cabe uno y mal sentado, no tienen sombra y se pasan todo el día pescando


Los niños se dedican a hacer pulseras con conchas que encuentran y cuentas y se las venden a los turistas, y claro te llegan con esa cara de no haber roto un plato jamás y cualquiera no se las compra


Mónica que seguía más contenta que unas castañuelas, en el bar donde parece que se ha bebido ella mi cerveza


Dhow tradicional que usan en Inhambane para cruzar a Maxixe, todavía en el lado de Inhambane


Aguantando en el "ferri" entre Ihnambane y Maxixe, con la cestita recién comprada y llena de mangos bien maduritos
Foto: Mónica López Conlon


Más dhows aparcados esperando pasajeros


Y como no pude hacer una foto a la manta raya pues al menos pongo unas fotos de Mónica de algunas de las increíbles estrellas que vimos. Lo de la esquina inferior derecha es la sombra del flash, la cámara no está muy bien pensada...
Foto: Mónica López Conlon


Otra estrella.
Foto: Mónica López Conlon


Y otra más.
Foto: Mónica López Conlon


A falta de manta raya, valga esta preciosa rana que vimos por ahí


Pasando por Nhamatanda de camino al parque. Esto es la Nacional I y como véis está hasta arriba de gente en los laterales. Una cosa que me ha impresionado mucho es la cantidad de gente que hay en la calle y en las carreteras
Y por basta por ahora.

26 noviembre 2007

Safari

Viaje, en swahili.
Por simplificación, viaje con destino a África para ver su fauna salvaje.
Simplificando más, ruta a pie o en vehículo a motor por el interior de un parque o reserva para disfrutar de la fauna salvaje sin matarla, que por muy salvaje que sea, siempre lo serás tu más si lo haces (y si lo haces ya no se llama safari... que cada uno ponga los nombre, y adjetivos, que considere más oportunos al incongruente hecho de disfrutar de los animales matándolos).
¡Vamos! simplificando, que ya he hecho unos cuantos safaris de esos del tercer apartado, y ya va siendo hora de que ponga algunas fotos de lo que he visto, cuente algo al respecto y me deje de tanto rollo.
Allá va un recopilación de los mejores momentos vividos en estos cuantos safaris, unidos y mezclados a modo de superéxitos anuales:
Nos subimos en un Toyota Land Cruiser adaptado de tal modo que cuenta con once plazas, dos normales para el guía y acompañante (últimamente ése soy yo) y otras nueve en una especie de bancas elevadas sobre la parte trasera de la cabina del vehículo, que hacen que vayas bastante por encima de lo normal, mejorando mucho la perspectiva y la visibilidad.
Salimos por la puerta. Aunque hay quien dice que no se pueden poner puertas al campo, la verdad es que la mayoría de los parques africanos están vallados. En Gorongosa todo el perímetro del campamento de Chitengo está rodeado por una fuerte valla protegida por distintos guardas.
¿Todo?
¡No!
En un extremo y protegido por nada, resiste ahora y siempre, un pequeños grupo de tiendas a toda invasión animal exterior.
Una vez fuera de Chitengo empieza oficialmente el safari.
El guía pregunta a los turistas si tienen algún interés en especial, refiriéndose a los animales ¡claro! y la gran mayoría contesta leones o elefantes (a falta de tigres...)
Así que al doblar el primer baobab, Toni, el guía zimbabuense al que deberían subtitular, se baja extasiado del coche (está prohibido así que nadie le sigue), coge una minúscula, irrelevante y discreta flor; la huele; la mira; la vuelve a mirar, y con su media sonrisa se la enseña a los asombrados turistas que todavía miran a todos los lados en busca de leones y elefantes mientras acompasan su taquicárdico corazón.
Así transcurren las primeras horas de los safaris de Toni, extasiándose en los pequeños detalles, mientras la paciencia de la gente va disminuyendo, las ganas de ver animales grandes aumentando y las bradicardias sustituyendo a las taquicardias.
Todavía en la parte de bosque, se da la típica escena de las películas donde el coche del bueno corre y cruza un paso a nivel justo antes de que pase el tren, que es el punto culminante de una evolución que va desde los perros callejeros empeñados en parar todo coche que se cruce en su camino, hasta los facoceros que corren delante del coche para, con un giro de cintura que ni Romario, cruzarse cuando menos te lo esperas.
Se escuchan los gritos de los babuinos, se ven las cabriolas de los monos, los saltos de los antílopes, se huelen las mierdas de los grandes animales y se sienten la meadas de las cícadas.
El Parque Nacional de Gorongosa, cuenta con 74 tipos de vegetación diferentes, lo cual es mucho, y lo cual hace que tenga una gran diversidad vegetal y en consecuencia, animal; de ahí su gran interés.
Como ya sabéis la fauna está bastante mermada, aunque apenas se han extinguido completamente unos pocos animales, pero la vegetación y los paisajes permanecen bien conservados.
El parque se compone de un tipo de bosque semideciduo tropical, llamado miombo, en las zonas altas no inundables , y grandes praderas inundables en las zonas bajas cercanas a las cuencas de los ríos. Entre ambos hay todo un gradiente que debe tener los 72 tipos de vegetación que me faltan (¿o pensábais que iba a describir todos eh? ¡que ya estábais asustados!)
Las praderas inundables o llanos de inundación, se parecen a las famosas praderas llenas de animales de los documentales, sólo que no están tan llenas y que los animales no tan famosos como las zebras, los búfalos o los ñues (esos a los que se comen los cocodrilos cuando cruzan el río Mara), como antílopes sable, jeroglífico, de agua, oribi, impala, niala, cudu y un largo etcétera.
Además, el parque cuenta con más de 450 aves, 80 reptiles, 30 anfibios y 370 árboles diferentes confirmados (¡o por ahí!).
Después de estar extasiados por las hormigas matabilli, los escarabajos peloteros, nidos de espuma de las ranas nido de espuma, mil y una flores y tras revisar toda huella, excremento o señal más o menos de procedencia animal no dudosa, se llega a donde están los animales en grandes cantidades, justo antes de sufrir un motín a bordo.
Entonces llega el momento en que nos tropezamos (y nunca mejor dicho) con una boñiga de elefante.
Toni para el coche, abre la puerta, estira el brazo, mete los dedos, se los huele y da su veredicto en forma de período temporal, cuya longitud está inversamente relacionada con el ímpetu del deseo de ver el presuntamente cercano, en el espacio y el tiempo, autor de ese ¡montón de mierda!
Este artefacto teatral de todo guía que se precie, hace aumentar las ganas de ver el animal objeto de anhelo y se va alimentando sabiamente a lo largo de todo el recorrido, ¡digo! safari, con pequeñas dosis en forma de pistas, más o menos escatológicas.
Un poco más allá se encuentran unas huellas, seguimos y de nuevo una boñiga, más adelante unas ramas rotas (todas las ramas rotas de los 4000 Km2 del parque las han roto los apenas 200 elefantes que tiene), tras un pequeño bosquete nos topamos con más huellas, boñigas y ramas rotas todo junto y revuelto, o no.
La gente suspira emocionada como invocando a todos los elefantes del mundo.
Los elefantes barritan acongojados como invocando la invisibilidad.
Pasan los facoceros, las flores y los escarabajos peloteros y seguimos sin avistar elefantes.
Toni, para cortar la tensión, explica que vamos a ir a unas pozas del río Urema donde recientemente se han visto hipopótamos.
Distinto objeto, mismo proceso: visualización de huellas e imaginación de la escena con movimientos de capoeira incorporados, tropiezo con boñigas, manoseo y olisqueamiento de las mismas, y encuentro con la senda por la que bajan, casi que resbalando, los irascibles paquidermos .
En una pequeña poza cubierta de lirios acuáticos con bellas flores lilas por donde revolotean las jacanas y pululan las libélulas, asoman las orejas, los ojos y la nariz de varios hipopótamos, poco después asoma el lomo y otro poco después se sumergen de nuevo.
De los turistas gringos se escucha invariablemente (transcripción fonética): ameisin!... Ni más; ni menos.
De los turistas surafricanos e ingleses, variablemnete: ekselen! interestin! greit! guondarfal! marvalious! y a veces también, emaisin!
Tendemos a asociar lo gordo con lo afable y bonachón, pero lo cierto es que los hipopótamos son el animal africano que más muertes causan al año en todo el continente.
Después de ver los hipopótamos, y después de apaciaguados los momentos de emoción, la gente recuerda sus anhelos originales: quieren ver leones o elefantes, si no ambos.
De modo que hay que usar técnicas más agresivas para que los elefantes se manifiesten.
La siguiente boñiga, (¡es increíble la cantidad de boñigas de elefantes que puedes ver con los pocos que hay!, va a ser verdad lo de las ramas), es la oportunidad perfecta para acometer esta nueva técnica.
Para el coche, abre la puerta, ¡desciende del coche!, coge un puñado de estiercol paquidérmico, se asombra de los caliente que está (claro toda la mañana al sol tropical...) y se lo pasa a todos los turistas para su verificación manual o digital, según los escrúpulos de cada uno.
Las caras de los turistas dan para un estudio sociológico o coprológico, según en lo que te centres... aunque bien pensado no creo que haya mucha diferencia.
El tiempo se acaba, y aunque hemos visto en una mañana más mamíferos terrestres de tamaño medio grande que en toda mi vida en Suramérica, la gente se va con la única idea de que no han visto elefantes (a pesar de los innumerables y aromáticos indicios) ni mucho menos leones (sin indicios numerables ni aromáticos).
La continua verificación de la temperatura boñigal nos ha retrasado y hay que volver rápido, ferrari safari, dice Toni entre risas complacientes y condescendientes de los defraudados turistas.
Sin embargo, un turista surafricano que ha estado una vez en Kruger y con más vista que el que vendió el politono del ¿Por qué no te callas?, ve escondidos detrás de unos árboles a cuatro elefantes cuando íbamos a cincuenta por hora.
Claro, ahí sentados leyendo esto, pensaréis que ¡cualquiera se salta cuatro elefantes!, pero os aseguro que a más de cien metros de la carretera, a unos cincuenta kilómetros por hora y en una zona de bastante vegetación, ver cuatro elefantes agazapados, tratando de pasar desapercibidos después de la que han montado por todo el parque, no es moco de pavo, o caca de elefante.
Las consecuencias del furtivo avistamiento suponen la felicidad del grupo y el regreso a Chitengo se torna alegre y relajado.
Toni se gana su propina.
Y ahora las fotos que, más o menos, verifican todo lo escrito (más o menos porque se me ha estropeado el zoom de la cámara, así que...)

El vehículo que se utiliza para los safaris. En Mozambique, como en casi toda África subsahariana, se conduce por la derecha, lo cual es un lío


Primera foto que nos hemos hecho en tierras mozambiqueñas. Lo de atrás es un termitero y algún día hablaré de ellos y sus habitantes. Fascinante tema, las termitas, digo


Parada típica en el río, casi seco, Musicadzi, para ver aves, cocodrilos y quizá hipopótamos


Garza Goliat, llamada así por ser la más grande del mundo. La foto no es muy buena, pero es que estaba muy lejos...


Águila pescadora africana, nada que ver, ni que envidiar, al águila calva símbolo de los EEUU


Babuinos traspasando la no valla cerca de nuestra tienda. Si pueden ellos... ¿pueden los leones?


Mono preguntándose si lloverá hoy o tendrá que seguir bebiendo de los charcos artificiales que hay frente a nuestra tienda


Otros que vienen a la zona no vallada a beber... o mamar


Y la madre, con cara de preocupación típica de todas las madres


Óribi, pequeño antílope, muy ágil y veloz, que por esta vez se quedó a curiosear qué hacíamos


Huella de hipopótamo. A falta de fotos de hipopótamos ya que se me ha estropeado el zoom de la cámara, pues pongo las huellas y con esto os apañáis


Antílope Sable, viéndolas pasar


Los elefantes, que estaban tan escondidos que sólo se ven dos de los cuatro que había. La foto está hecha poniendo la cámara pegada los prismáticos, por eso que la calidad no es muy buena, pero valga como documento (no se me ocurrió antes, por eso que no tengo de los hipopótamos con la misma sofisticada técnica)
Y esto es, más o menos un safari (o siete) en el Parque Nacional de Gorongosa.

23 noviembre 2007

Paradojas

África es el continente más rico del mundo.
Tiene el segundo bosque tropical más extenso del mundo, las mayores reservas de diamantes, algunos de los espacios naturales más grandes y mejor conservados del mundo que atraen multitud de turistas, un mercado éste, con un potencial gigantesco en todo el continente. La barrera de coral costera más larga del mundo, dos de los caladeros pesqueros más importantes y menos sobrexplotados, las playas más paradisíacas y menos explotadas, los animales salvajes más atractivos del mundo, que suponen un valor muy en alza...
África posee el 30% de las riquezas minerales de todo el mundo (incluyendo el petróleo) y, por ejemplo, casi la totalidad (el 80%) del coltan del mundo está en la República Democrática del Congo (antes Zaire, antes Congo Belga)
África representa el 1% del PIB mundial, tres puntos menos que hace cuarenta años. De ser independiente, Las Islas Canarias, serían el país más rico del continente.
¿Que qué es el cotán? ¡Preguntáselo a tu móvil! Pero seguro que la gente del Congo desearía que no estuviera en su país.
Éste último país es, probablemente, el país más rico del mundo y sin embargo es, probablemente, el país más pobre y desgraciado de todos.
Soportó el peor colonialismo que ha existido en África, y seguramente en el mundo, bajo el yugo del rey Leopoldo II de Bélgica, territorio exclusivo para su solaz y enriquecimiento personal.
En conflictos armados desde su independencia en los años 60 y en guerra civil oficial desde 1996 (aunque por la cantidad de países implicados, Uganda, Ruanda, Burindi, Namibia, Angola, Chad, Sudán y Zimbabwe, además del Congo, hay quien la califica como guerra mundial africana).
Desde hace tres años está oficialmente en paz, lo que no es cierto, y lo que hace a la guerra peor si cabe, ya que además de morir una media de 40.000 personas al mes, desde los acuerdos de paz (en Irak esa cifra no llega a 4000), se calculan 7 millones de muertos desde el 96, y aún así para el mundo mediático es como si no hubiera guerra, como si no existiera.
Está completamente abandonado a su suerte.
Al principio de la guerra, a finales de los 90, Kabila, líder rebelde por entonces, decía que se podía montar una rebelión con 10.000$ y un teléfono satelital.
El dinero para comprar soldados, (no hace falta mucho para comprar a gente absolutamente desesperada) y el teléfono para especular con las riquezas del país con las empresas del primer mundo, que pondrían el resto del dinero necesario para llegar al poder.
Llegó al poder.
El reclutamiento de los niños-soldado, lo cuenta Paul Collier en su libro The Bottom Billion (algo así como "El millardo del fondo o de abajo") fríamente, como si tal cosa: los gerrilleros van a un poblado, matan a todo el que ven, se acercan a la escuela, empiezan a disparar, los niños salen corriendo, los que se salvan los apresan y se los llevan vivos. Les dejan tomar la decisión de unirse a ellos o no. Los que no se unen mueren. Los que se unen tienen que demostrar su lealtad con un acto de adhesión. Les envían a su comunidad y les obligan a matar, violar, torturar o todo a la vez, a alguien conocido. Con ésto se aseguran que la vergüenza les impedirá querer regresar más tarde. Una vez pasada la "prueba", les drogan casi constantemente y pasado cierto tiempo son incapaces de reconocer lo que está bien de lo que está mal.
Estos guerrilleros son hoy los que básicamente siguen con la no guerra del Congo.
Para sus actos más recientes se ha descrito un nuevo término: feminicidio: Muerte sistemática de la femineidad por violación constante.
Los varones mueren antes, aunque sin tanto sufrimiento, para poder llevarse a las mujeres.
Se han demostrado estadísticamente las razones por las que un país recae en la guerra civil, y las más importantes son el bajo nivel económico y la gran riqueza de recursos naturales, especialmente minerales.
Así que, por mucho que digan algunos, en España no estamos al borde de un nuevo enfrentamiento. Somos ricos, tenemos mucho que perder, y no tenemos muchos recursos naturales.
El bajo nivel económico hace que la gente no tenga nada que perder y los recursos naturales hacen que la gente que no tiene nada que perder, intente montar la guerra por su parte para hacerse con el control de esos recursos y así enriquecerse. Y siempre habrá alguien que le apoye en el mundo rico y "civilizado"
Después de casi 30 años en guerra, Mozambique se ha librado de una recaída en los últimos 15 años, probablemente porque no tiene recursos minerales valiosos; en caso contrario yo no estaría aquí y Mozambique estaría en la situación de países muy ricos en conflicto casi constante como el Congo, Angola, Nigeria (por cierto que en las partes de Nigeria sin explotación petrolífera, cuando alguien va a hacer exploraciones petrolíferas les echan a pedradas, no quieren que se encuentre petróleo en sus tierras: la respuesta a este comportamiento inusual la encontrarás en el delta del Niger), Guinea Ecuatorial, Costa de Marfil, Sierra Leona, Sudán...
Sólo Botswana (el país con mayor crecimiento económico del mundo en los últimos años), Namibia y Suráfrica, con grandes riquezas naturales, se salen, afortunadamente, de este patrón.
Y ahora unas fotos encantadoras después de tanta desazón consciente e intencionadamente producida, para contrarrestar los efectos de las próximas navidades (ya iré administrando más antídoto).

El baobab de Vinho, que además de oficina de censo, es taller de bicicletas (desde que está la fundación en el parque, aquí todo el mundo ha podido comprarse una bicicleta para ir al trabajo), mercado improvisado y lugar principal de la plaza del pueblo


Como una familia en miniatura, las hermanas mayores se ocupan de los hermanos que ya no maman. Los amigos de las hermanas, juegan con los hermanitos


No a todas las niñas les gustan los muñecos. Ésta en concreto se la veía muy cansada de llevar a su hermano todo el día y se veía muy limitada para ir a jugar con los demás niños de su edad


En la plantación en los terrenos de la nueva clínica, se podía notar que los niños y niñas están muy acostumbrados a trabajar en el campo y que manejan la azada mejor que cualquiera de nosotros. Mientras les explicaban lo que había que hacer, se dedicaban, de manera autómata, a limpiar con la azada el suelo de "malas yerbas"


A los niños les encanta que les hagas fotos y, sobre todo, que luego se las enseñes. ¡Se parten de risa!


Con una planta a punto de ser transplantada. Fijaos que el recipiente de la planta no es más que corteza de planta de banano. La cuerda para marcar los agujeros donde plantas, también estaba hecha con este material. No desaprovechan nada


Mostrando su mejor sonrisa para acto seguido verla en la pantalla. Lo que tiene entre las manos es una cubierta de bicicleta inservible, su único juguete, que no se lo trajeron los reyes porque sus padres no tienen dinero. La camiseta es de "Barbie". Lo que parece una entrada en medio está producido por la sarna

Después del ataque a las torres gemelas de Nueva York, casi todos los músicos del mundo cancelaron sus actuaciones en muestra de condolencia. Sólo, que yo sepa, un músico (Manu Chao) tuvo el acierto de no cancelarlos argumentando que según eso, no volvería a tocar jamás. No debemos dejar de hacer nuestra vida, pero sí ser conscientes de cómo la vivimos. Responsabilizándonos de nuestro impacto en el mundo, lo minizaremos y entonces minizaremos nuestra resposanbilidad y la asumiremos mejor y minizaremos nuestro impacto y...

22 noviembre 2007

Muerte entre las flores

El otro día fui a un lugar llamado "Bue María" cercano a Chitengo. Es un bonito lugar bastante elevado sobre el río Pungwe, así que tienes unas vistas increíbles de todo el bosque de miombo (que así se llama la sabana arbórea donde está situado el parque), el río y las montañas al fondo.
Iba con la gente que está haciendo el inventario de plantas (ya sabéis mucho más que contarlas), y Mónica me había dicho que por esa zona había minas, así que no debía salirme del camino.
En cuanto llegamos comencé a quedarme un poco por detrás de ellos, así como quien no quiere la cosa... para disimular me ajusté las sandalias (¡podría quedarme sin piernas, pero no sin sandalias!), y procedí a seguirles.
Poco tiempo después vi que iban sin cuidado por todas partes, así que supuse que no había minas en el lugar o que ellos carecían de la información que yo poseía. De cualquier manera, preferí despreocuparme.
La zona era una antigua granja colonial donde todavía se podían ver los restos de las construcciones allí presentes, ya invadidas por la vegetación y sobre todo por las higueras, ¡increíbles árboles!
Recolectamos unas cuantas plantas, fotografié una lagartija nueva para mí y regresamos.
Esta mañana han llamado a la puerta de la oficina de Mónica, donde yo estaba revisando mi correo, y nos han dicho que habían encontrado tres minas en el vertedero de Chitengo, donde precisamente el otro día estuvimos tirando toda la basura recolectada tras la operación organizada por Mónica a tal efecto.
El caso es que nos han avisado para que no nos asustáramos, ya que las iban a explotar.
Treinta minutos después y absortos en las pantallas de nuestros ordenadores, un fuerte ruído grave y seco, nos saca del ciberespacio y nos recuerda lo que ya habíamos olvidado.
La oficina, la típica caseta de obra, retumba de arriba a abajo. No me puedo creer que eso esté pensado para herir personas y no para matarlas. Eso me explota cerca y me muero del susto.
Unos minutos más tarde y hacen explosión la segunda y poco después la tercera.
Incluso ésta última asusta.

El río Pungwe desde Bue María


Una de las plantas recolectadas. En el momento de la recolección no sabían exactamente lo que era, y ahora yo todavía no lo sé


Una pequeña higuera abriéndose camino entre las rocas para crecer. La vida de estos árboles es mucho mas interesante de lo que pueda parecer, y el ciclo de los higos (que no son frutos, sino conjuntos de flores) es increíble


Restos de la granja colonial


Más restos, éstos con pinta de haber formado parte de las cuadras. Las construcciones de las casas son muy similares a las actuales viviendas españolas, sobre todo en lo que se refiere a la robustez de los muros

Las minas antipersona siguen matando gente. Y va para largo ya que se calcula que hay más de 110 millones de minas enterradas.