12 septiembre 2008

Pasando por Zimbawe... o no

Hace unos días me caducó la visa (o mejor poner el visado, ya que la visa, si bien no ha caducado, hace tiempo que murió desangrada) y fui al centro de migración más cercano, en Beira, para pedir una prórroga; como en el fútbol pero sin pelotas.
El caso es que me denegaron la prórroga por no sé qué rollos burocráticos, que probablemente podría haber arreglado con "buena voluntad", pero ¡yo jamás contribuiré a estas cosas!... así que cogí por buena, la opción que allí mismo me daban: ir a Zimbawe.
Antes conocíamos a unos holandeses que trabajaban en Gorongosa y que tenían un hotel en las montañas de Vumba al este de Zimbawe, pero como el jefe de la oposición de Zimbawe se refugió en la embajada de Holanda, pues les han confiscado el hotel, todas sus pertenencias y les niegan la entrada al país, así que ya no conocemos a nadie allí y como las cosas no están muy estables... pues como que no me apetecía mucho estar en Zimbawe, aunque fueran las 24 horas preceptivas para sellar la entrada y salida del país y para, posteriormente, conseguir el visado mozambiqueño.
Así que contactamos con Tomás, una de esas personas que se busca la vida en la frontera con los chanchullos varios asociados a los pasos internacionales.
Ya habíamos ido antes con él para un visado para Mónica, pero ahora las cosas habían cambiado.
Tomás nos dijo que metiéramos mi pasaporte junto con 100 dólares en un sobre y se lo diéramos a Samuel, un camionero que va de Beira a Machipanda (pueblo mozambiqueño en la frontera con Zimbawe), varias veces por semana.
Samuel se lo haría llegar y por el mismo mecanismo me lo regresaría a mí, unos días después, con el nuevo visado.
Implícito en esos 100 dólares, estarían algunas muestras de "buena voluntad" (que si no pongo las comillas no lo pilláis), porque os podréis imaginar que el parecido físico entre Tomás y yo, no es muy cercano.
Él tiene los ojos negros y el pelo más crespo.
Además, estaría incumpliendo uno de los preceptos fundamentales de todo viajero: ¡Jamás des a nadie tu pasaporte!
Y yo ¡jamás! me saltaría tan sabio consejo.
Así que, contraviniendo las órdenes del, cada vez menos amable, por decirlo eufemísticamente, jefe de Mónica, nos cogimos un coche del parque y nos fuimos rumbo a Machipanda en busca de Tomás, para arreglar el tema sin la apreciable ayuda de Samuel, que seguro que es un tío de lo más honesto, pero como que no...
Una vez frente a Tomás, nos pide 100 dólares y el pasaporte y en un par de horas todo estará arreglado.
Por supuesto se lo doy.
Ya, ya...
Dos horas más tarde, nos llama Tomás y nos dice que va a necesitar otros 40 dólares porque es domingo y al parecer las "buenas voluntades" los domingos se pagan extra, como las horas.
Claro, sabes que es injusto y mentira, pero es que es un rescate.
Lo "Tomas" o lo dejas (pilláis lo de lo tomas... Tomás... tomas...).
Una hora más tarde, y con una arritmia ya que no es normal, Tomás nos devuelve mi pasaporte con el sello de salida de Mozambique, el sello de entrada de Zimbawe, el sello de salida de Zimbawe, sin el visado de Zimbawe, presumiblemente obligatorio para ciudadanos europeos, el sello de entrada de Mozambique y el visado de Mozambique para otros 30 días, prorrogables, esta vez sí.
Con todo esto en mis manos, la bradicardia vuelve por sus fueros.
De regreso a Chitengo, en un viaje más animado y distendido que el de la ida, ¡me salta un radar y me ponen una multa de velocidad!
Sí, ya sé que muchos pensáis que estamos en medio de la selva con elefantes y leones y que esto es como un reloj de muñeca en un soldado romano en un película de romanos, pero así fue.
Me bajo del coche, me enseñan una especie de berenjena grande y negra, con un mango y una especie de gatillo, con una pantallita con números digitales que marca 81.
Se supone que no podía pasar de 60.
Mientras me recetan 1000 meticales por el exceso, ya ha habido demasiada "buena voluntad" por hoy, les hago algunas sugerencias.
Yo, como recién salido de España, les digo que debían avisar que hay radares en la carretera para que la gente lo sepa.
Muertos de risa, me dicen que si avisan que hay radares en la carretera, entonces la gente sabrá que hay radares en la carretera.
Trato de explicarles el tema y muertos de risa, me dicen que vale, que la próxima vez me avisarán (sic).
Entrados ya en materia, también les pregunto que por qué había una señal de 60 en ese tramo, ya que no atraviesa un pueblo, y me contestan que la curva en la que estamos es muy peligrosa. Y no se me ocurre otra cosa que decirles que no me parece tan peligrosa y que a 80 estaba bien y que yo llevo 20 años conduciendo y que yo puedo darla a 80 y que...
Muertos de risa, me dicen que vale, que lo van a cambiar a 80 (sic, otra vez).
A todo esto, Mónica de los nervios, ya que la autoridad policial no es de su agrado, no sé, quizá algo que nunca me haya contado...
Así que ahora ya solo me tengo que preocupar de conseguir cambiar las fechas del billete de regreso, que esa es otra historia que os contaré cuando finalice.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo!
Haha!

Tercera Opinión dijo...

Hola, vengo desde mi blog donde Carlos ha publicado un comentario con una referencia a tu blog.

Me ha gustado tanto tu post que lo he puesto un enlace a esta entrada en el mío.

Te invito a verlo:
http://www.terceraopinion.net

Un saludo.