07 octubre 2008

Furtivismo

Hace un par de meses acompañé a los guardaparques de Gorongosa, para hacer unas fotos del campamento que unos furtivos tenían montado en el "santuario" del parque (zona vallada, con vigilancia extra, donde se mantienen los animales reintroducidos, supuestamente a salvo de depredadores y otras amenazas).
Fui, hice unas cuantas fotos y nos volvimos. Eso me dio la oportunidad de conocer una zona del parque que no se puede visitar y me da la oportunidad de hablar de un problema ambiental poco mediático, pero igualmente grave: el furtivismo o caza ilegal.
Muchas veces se justifica como que es la única fuente de proteínas de la gente que lo ejerce, pero la verdad es que el furtivismo, no es una necesidad alimentaria, sino un negocio.
Y muy lucrativo.
Cualquier habitante de zonas rurales, tiene, al menos, gallinas para su consumo y en muchos casos, además, cerdos y/o cabras.
Tiempo atrás, en Río Caña, Panamá, en una comunidad Ngöbe-Buglé donde todos los días se come arroz con pollo, y donde por todas partes había gallinas y cabras, tuve la oportunidad de conocer la selva que rodeaba sus comunidades y, a pesar de estar aparentemente bien conservada y con la estructura del bosque bastante completa y compleja (no era desde luego un bosque secundario, sino uno primario en buen estado), estaba absolutamente falta de vida animal.
No oías un pájaro, no veías un mono, no sentías un ciervo huir.
Era un bosque perfecto, perfectamente vacío.
Se lo habían comido todo.
En muchas zonas rurales de África, se crían gallinas, cabras, cerdos, ovejas, gallinas de guinea y otros animales domésticos para consumo local, pero se cazan animales del bosque para vender en los mercados de las grandes ciudades donde se pagan muy bien.
Y es que, a lo largo y ancho del mundo, se está imponiendo cierto esnobismo entre las clases urbanas más acomodadas por el "bushmeat", la carne del bosque, que está subiendo a la par que el nivel de vida de los, cada vez más numerosos, nuevos burgueses.
Así por ejemplo, uno de los mercados más diversos en "bushmeat" está en Malabo, Guinea Ecuatorial, donde te puedes encontrar hasta once especies de monos, multitud de aves y varios tipos de ciervos, antílopes pequeños y roedores grandes.
En un parque como Kruger, con una infraestructura impresionante y con dos millones de visitantes al año, los guardaparques llevan más de 50.000 acciones anuales contra el furtivismo, entre los que destacan los lazos y la confiscación de carne y armas de fuego y donde se puede encontrar desde antílopes comunes hasta animales en peligro crítico como el rinoceronte negro (Diceros bicornis).
En el oeste mexicano las celebraciones no son tales si no se consume caguamanta, un plato a base de caguama (tortuga boba, Caretta caretta) y distintas especies de pez manta (género Mobula).
En Costa Rica, paradigma de país ecológico, el consumo de huevos y carne de tortuga forma parte de la cultura afrocaribeña y lo mejores "patí" (una especie de empanadilla) son de tortuga verde (Chelonia mydas).
En las Islas Galápagos, paraíso perdido y Edén bíblico, las matanzas de tortugas gigantes (género Geochelone) son, todavía, noticia recurrente en la prensa local.
En Gorongosa, el furtivismo, por supuesto, también está presente y animales comos los ñúes, búfalos, cudus o facoceros son muy bien vendidos en Beira y otras poblaciones de alrededor.
Sin salir de casa, en Asturias existen restaurantes que ofrecen en sus cartas carne de oso y urogallo, supuestamente cazadas en zonas permitidas e importadas legalmente. Aun siendo legales, hechos así no hacen sino fomentar los ilegales, lo que dice mucho de la ética de los comensales de dichos lugares.
Este comercio de animales silvestres para consumo humano, está acabando con numerosos proyectos de protección de fauna en muchos lugares, y siempre se tiende a justificar como una necesidad humana básica como es la alimentación, pero no es el caso. Las necesidades alimentarias están cubiertas en casi todos los casos. La gente que consume animales silvestres suele aducir simplemente que están más ricos.
La mayoría de los furtivos vende lo que caza y come lo que cría. Los consumidores, en sus ansias por diferenciarse, consumen lo que se caza ilegalmente, sin importarles cómo se caza y sus consecuencias.
El hecho de que los lazos y cepos sean los métodos de caza más usado, hace que millones de animales agonicen durante días o semanas, antes de que su cazador les dé la puntilla, y por supuesto sin distinguir entre animales amenazados o comunes.
El furtivismo, que es una de las grandes amenazas a la biodiversidad, tan grave como otras más mencionadas como la deforestación, pérdida y/o fragmentación del hábitat, cambio climático, etc. está, además, bien visto y justificado por muchos, debido a un falso supuesto que asegura que es para cubrir la demanda proteica básica de la gente que la practica, cuando no es más que un esnobismo gastronómico que solo una minoría puede permitirse.
Antes de compadecerse del pobre furtivo que no tiene otra manera de ganarse la vida, hay que ver lo que hay detrás de todo eso.

El furtivo que nos enseñó el campamento, bajando de un hueco de un árbol un montón de lazos hechos con alambre de espino y algún cepo


El campamento de los furtivos en una de las zonas más inaccesibles y restringidas del parque. Aparentemente llevaban allí varias semanas "trabajando"


Lazos y el cráneo de un ñu, como muestra y pruebas del delito


Cachorro de Tolomuco o taira (Eira barbara) en Río Caña, Panamá.
Víctimas colaterales habituales, cuando una madre con crías cae en un lazo o cepo, los cachorros se quedan con ella, hasta que llega el cazador y decide qué hacer con ellas. Normalmente siguen la misma suerte que su madre, pero en otras ocasiones tienen un peor destino y, como éste, pasan a ser "mascotas" de por vida


Por supuesto parte de la solución pasa por dar alternativas a los furtivos, que no son más que víctimas del mercado en la mayoría de los casos.

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