27 noviembre 2005

Kuna Yala

Bueno, pues ya estoy de vuelta de Kuna Yala, que en lengua Kuna significa... la tierra de los Kuna. Como dirían los ingleses "excellent".
Esperé a ir a Kuna Yala la llegada de Fran, más por no ir sólo que por ir acompañado.
Cuando llegó, lo primero que quiso hacer fue cambiar moneda, sin saber que en Panamá usan los dólares de EEUU, pero que les llaman Balboas. Tuve que explicarle que es en honor a Nuñez de Balboa, descubridor del Pacífico, y no de Rocky Balboa, ganador de los pesos pesados a base de poner la otra mejilla para cansar al rival.
Aterrizamos en el aeropuerto y ya empezó a llover y así estuvo los tres días que alli pasamos.
Primero fuimos a una aldea Kuna, que parece la de Asterix, de abarrotada, pero en una isla, con las casas saliéndose de ella, literalmente, los baños están encima del mar, así que cuidado y no cojas los pepinos de mar por allí.
Luego fuimos a una isla abandonada paradisíaca y pasamos dos días a remojo, tanto dentro como fuera del mar. Buceamos, comimos, buceamos, y comimos más. Eso sí, comimos langostas y bogavantes. Estaban bien.
También estuvimos en el Parque Nacional Soberanía haciendo una mini ruta pero que estuvo bastante bien.
Después de todo, Panamá ya se acabó y me volví a Costa Rica.
Cogí un autobús y sabiendo ya como era esto del aiere acondicionado en los buses panameños, me fui preparado con un forro para pasar la noche. Pero, en lo que sería un mal chiste de una mala película, el aire acondicionado se estropeó y mi forro se empeño en abrazarme en cuanto me descuidaba y pasé más calor que frio la otra vez.
Afortunadamente durante las escasas tres horas que estuvimos en la frontera entre los sellos y las revisiones, pudieron arreglarlo, pero ya era de noche y en seguida que entras a Costa Rica comeinzas a subir en altitud y el aire acondicionado se hace completamente innecesario, a pesar de lo que considerara el conductor, que debía pensar que había que recuperar porque puso el aire a prueba, quiero decir al máximo.
Según subíamos por las laderas del Cerro de la Muerte, bajaba la temperatura en el bus a niveles cercanos al nombre del cerro, hasta que una muy atrevida señora de muy avanzada edad, se acercó al conductor y le dijo que bajara el aire. Afortunadamente la cara morada de la señora compadeció al conductor y accedió.
Finalmente llegué a San José y volví a la cotidiana realidad de los taxistas josefinos, son los más piratas del mundo. En Ciudad de Panamá, cogí un montón de taxis y ninguno me quiso timar, en San José, no pude coger un taxi en la parada de bus porque ni uno no quería timarme y tuve que ir al centro andando. Cuando coges un taxi en el centro es más fácil que no te timen, pero en paradas de bus es casi imposible.
Mañana iré a Profelis, un centro especializado en recuperación de felinos. Ya os contaré.

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