11 abril 2008

La Ceremonia

Ya llevo aquí 10 días; más o menos he saludado a todo el mundo que ya conocía, la gente me saluda con un "¿cómo está?" portugués, a lo que respondo con un "todo bem", no menos luso; lo que nadie me pregunta es por mis mujeres y mi cosecha de mijo, como a Nigel Barley cuando regresó a "su" aldea Dowayo de Camerún.
Tras acoplarme en nuestra nueva y suntuosa casa, (nada de tiendas a lo Mogambo, ahora casas a lo Malibú), aumentar la ya muy elevada entropía del lugar con mis bártulos (entre ellos el queso de oveja y el jamón ibérico con los que todo español viaja por el mundo y que se salvaron por una rápida y oportuna muestra de buena voluntad) y hacerme al ritmo local, estoy dispuesto, por fin, a contar algo.
Hoy ha comenzado la temporada, oficialmente, en el Parque Nacional de Gorongosa, para lo cual ha venido el hermano de Chitengo, para oficiar la ceremonia.
Chitengo fue el régulo de la zona hasta la creación del parque y su tumba está a la entrada del mismo.
Cuenta la leyenda que cuando Chitengo se murió apareció un león que tenía un mechón de pelo más claro que el resto, como el régulo, y su tumba estaba abierta. Es por esto que cuando hace unos días aparecieron unas leonas por el campamento, la gente decía que se debía a la proximidad del inicio de la temporada y que representaban el espíritu del viejo líder.
Tradicionalmente cualquier acto social iba precedido de un más o menos elaborado ceremonial. En nuestras aceleradas sociedades carentes de tiempo para estos actos inútiles pero atractivos, los hemos cambiado por la más inútil y en absoluto atractiva, burocracia.
La burocrática ceremonia consistía en un montón de gente en silencio, casi todos negros por aquéllo de que estamos en África, rodeando a un pequeño grupo formado por el régulo como maestro de ceremonias, (que viene a ser una figura administrativa impuesta por los portugueses para controlar las tribus), su sobrino y por tanto hijo de Chitengo, como ayudante, un traductor portugués-sena, sena-portugués y el jefe de todo esto: Greg Carr.
Tras meter algún líquido en una calabaza y pasarla a todos para beber, ha dicho unas palabras, incomprensibles aun en mi idioma y ya.
Luego han pasado una botella con el líquido de la calabaza para que todo el mundo pudiera "comulgar" y la ceremonia ha terminado.
Tras esta ceremonia, ha seguido la ceremonia del hombre blanco; esa en la que toda la gente que se siente más o menos importante, se siente con derecho de decir más o menos palabras en público.
Durante las más palabras de uno, ha sucedido algo que me ha sorprendido sobremanera.
Hay quien dice que tiene que ver con los espíritus de Chitengo y las leonas merodeadoras. Mónica, que quizá se esté integrando muy bien entre los locales, cree firmemente en estas explicaciones dignas de "Cuarto Milenio".
El caso es que durante uno de los discursos, la multitud agolpada en rededor del parlante, se ha dispersado como por una onda expansiva sorprendentemente silenciosa y rápida, cuyo epicentro era un pequeña serpiente negra más parecida a una lombriz que a un verdadero ofidio. El temor de esta gente a las serpientes es increíble, de hecho aquí sólo conocen la palabra "cobra" para designarlas y todas, por definición, son venenosas.
Como todo ceremonial que se precie, va sucedida de una fiesta, con litros de un líquido inflamable mas bebible por los locales, y música y danza tradicional, con los danzantes esta vez ataviados con el traje de gala.
Todavía oigo los tambores... y lo que queda.

El lugar de la ceremonia, un árbol plantado por Chitengo y donde está enterrado su padre. En muchas comunidades hay un árbol con ese tejadillo alrededor, que es donde se celebran las ceremonias


Otra vista donde se aprecia mejor el árbol


Los oficiantes y protagonistas principales, el blanco del centro es "el jefe de todo esto"


Niños entusiasmados con la ceremonia como en cualquier "misa de once"


El grupo al completo, detrás de las bailarinas están los que tocan la marimba, que aunque no se ven también son unos cuantos


Un primer plano de las bailarinas, con algún aprendiz


La percusión, agitando los tambores


El bailarín principal de la compañía


Y su compañera


Otra toma del bailarín


Y otro aprendiz que no tenía nada que envidiar al maestro


Y este que llevaba el ritmo a su manera, pero no les quitaba ojo

Para terminar, mañana se visita la tumba de Chitengo y a ver qué pasa.

1 comentario:

Carlos dijo...

Hola Iñaki.

Creo que el ave en cuestión es Ave martillo (creo).

http://es.wikipedia.org/wiki/Ave_martillo