20 diciembre 2009

¡Ahora claman libertad!

Ahora que el parlamento catalán ha admitido un petición popular, respaldada con más del triple de firmas de las necesarias, para prohibir los toros, apelan al derecho a la libertad y dicen cosas como que es tan simple como que si no te gustan los toros no vayas, pero no coartes la libertad de los que quieren ir a corridas de toros.
Pero es que, como aprendí de pequeño, mi libertad termina donde empieza la tuya.
Claro que no voy a comparar los derechos de un toro a los de un humano, pero un toro, como todos los demás animales de España, tiene derecho a morir sin sufrimiento y dejar de ser una excepción en la ley de protección de los animales.
Ahora algunas respuestas a las "razones" más esgrimida por los pro-toros:
Tradición: también era tradición el lanzamiento de una cabra desde un campanario, el arrancamiento de la cabeza de una gallina colgada por las patas montados a caballo, el arrancamiento de una oca atada por las patas mientras los mozos tiran de una maroma en los lados del puerto, las peleas de perros, las peleas de gallos, las peleas de carneros y toda la sarta de torturas, ya prohibidas muchas de ellas, hechas a los toros por la amplia geografía española.
Cultura: también estaba en nuestra cultura la "Santa Inquisición", ahorcar a los condenados, el garrote vil...
Arte: como esto es tan subjetivo, más teniendo en cuenta que el Tate Gallery y el MOMA, entre otros, tienen una lata llena de mierda por la que pagaron una millonada, no seré yo el que diga que los toros no son arte, pero eso no justifica la tortura animal. Si encuentran una manera de que los toros no sufran en absoluto, no me opondría a ese "arte".
No sufren: varios veterinarios protaurinos afirman que los toros no sufren. Siendo los toros animales vertebrados mamíferos muy cercanos a nosotros, con los que compartimos toda la estructuración orgánica básica y todas las funciones y mecanismos fisiológicas, es de suponer que esos veterinarios no sufren cuando se les clava banderillas en la espalda, por lo que quizá habría que hacerles ver que la gran mayoría de los humanos sí sufren con pinchos en la espalda y que por tanto un toro también lo hará. Como los toros son animales mucho más grandes y fuertes aguantarán mucho más, pero sufrir sufren. Además, en caso contrario no habría ser humano capaz de enfrentarse a un toro y matarlo como se hace en las corridas.
Extinción del toro sin las corridas: Por muy bonito y simbólico que sean los toros bravos, no dejan de ser una raza doméstica de animales, con, por tanto, valor cultural como raza, pero sin valor biológico como especie. Como no son una especie no son comparables al lince ibérico o el águila imperial, especies en sí mismas y con valor biológico como tales. Nadie se preocupó cuando se extinguió el uro, especie bovina de la que descienden todas las razas de ganado vacuno.
Mantenimiento de un ecosistema: Los toros de lidia se crían en algunas de las mejores dehesas de España, que conforman un ecosistema de gran importancia biológica y cultural, pero los toros de lidia no tienen más importancia en las dehesas que cualquier otro animal doméstico, como las vacas o los cerdos ibéricos. Es verdad que si desaparecen los toros, muchas dehesas corren riesgo de desaparecer, pero podrían usarse para criar reses de carne en mejores condiciones y de mayor calidad alimentaria o aumentar la cabaña de cerdo ibérico, que no vendría mal para abaratar el jamón. Si realmente estuvieran preocupados en el futuro de las dehesas, se preocuparían más por la situación del conejo, verdadera pieza clave de los ecosistemas mediterráneos, entre ellos las dehesas.
Cuestión política: puede que sí, puede que no, de cualquier modo el hecho sigue ahí y apelar a que es una manera que tiene Cataluña de distanciarse del resto de España no es más que una forma de evitar el asunto y esconderlo tras una cortina de humo. Además la constitución española da derecho a los catalanes a pronunciarse al respecto.
Libertad: Hay quien dice que se coarta su libertad al prohibirle fumar o conducir sin cinturón de seguridad. La prohibición de fumar sigue el principio expuesto arriba, de que mi libertad termina donde comienza la tuya, además de motivos de salud pública. El cinturón de seguridad, además de motivos de salud pública, es una cuestión económica, puesto que sería el estado quien se haría cargo, de un modo o de otro, de los tetrapléjicos y parapléjicos, sus tratamientos, operaciones, rehabilitaciones, pensiones... Como la libertad tiene un límite, hay que saber establecerlo y el sufrimiento de cualquier tipo de animal es un límite muy claro.
Por último, yo, que he trabajado mucho fuera de España y he convivido con gente de muchos países, estoy harto de que todo el mundo piense que como soy español me gustan los toros.
Soy español y aborrezco los toros por lo que son: un espectáculo, donde se torturan animales para disfrute y solaz de los espectadores. Si esta iniciativa, además, da una imagen exterior de una España más plural frente a este hecho, mejor que mejor para nuestra maltrecha imagen exterior.
Por cierto, también prohibiría los circos con animales.
Por si las dudas.

1 comentario:

Tom dijo...

Has expresado con mucha claridad lo que yo también opino al respecto. El alegar aspectos "culturales" o de "tradición" para justificar determinadas prácticas, espectáculos o ceremonias es inaceptable. Por eso pienso que hay que poner la línea bien clara del respeto a los derechos humanos. Por poner un ejemplo, los fundamentalistas islámicos exigen el respeto a sus "tradiciones" y a su "cultura"; entre otras: ablación del clítoris, consumación del matrimonio en niñas de 12 años con sus maridos a veces sexagenarios, obligación de llevar velo a las mujeres y un largo etcétera. Ahí están las leyes, que por supuesto deben estar por encima de cualquier religión.
En el caso de los animales, el tema es más complicado, pues no están tan claros sus "derechos".
Lo de que "el que no quiera ir a los toros, pues que no vaya y punto" no deja de ser un mensaje peligroso. Por esa regla de tres, entonces: "el que no quiera ir a una pelea de gallos o de perros (en los que se apuestan elevadas cantidades de dinero, y en las que el animal de turno acaba agonizando o muere) que no vaya". Y el que, como bien decías, "no quiera ponerse el cinturón de seguridad, que no se lo ponga" o "quien no quiera fumar en un sitio cerrado y público, que no fume"... Al final, se confunde el sentido del respeto a los derechos de cada cual. Esto me recuerda el típico chiste del dibujante Ibáñez, en el que Mortadelo boxea en un combate amañado (en su contra) con una mala bestia y aquel recibe un tremendo golpe en el estómago. El árbitro, encima, amonesta a Mortadelo con la excusa de que "este ha propinado un golpe antirreglamentario de estómago en el puño del contrincante".
Es el derecho del toro a no tener una muerte atroz y con un sufrimiento difícilmente imaginable el que debe prevalecer al de los aficionados a ver un espectáculo sangriento y abominable.
Y, por supuesto, es el derecho de los que no queremos fumar el que debe prevalecer sobre el de los fumadores a hacerlo en los locales públicos. Nosotros ahora no podemos elegir "no fumar" en un bar en el que hay gente fumando (a menos que dejáramos de respirar, lo cual no es muy aconsejable si vas a estar más de un minuto en el garito...).
Saludos.