09 octubre 2006

Pasando por (de) Los Ángeles

El viaje estuvo bien, no nos trataron mal en ninguna aduana ni control y nos dejaron pasar nuestro equipaje de mano sin problemas, aunque apuntando cuidadosamente los 5 ml. de peligroso colirio ocular y confiscando la magdalena de mano que Mónica se había guardado del desayuno del hotel.
Los Ángeles es una ciudad enorme, gigantesca y horrible. Lo que los europeos llamamos Los Ángeles es en realidad un gran metrópoli donde se unen distintas ciudades, como Hollywood, Pasadena, Santa Monica... cogimos varios autobuses y en ninguno de ellos estuvimos menos de una hora. Es una ciudad para coches y nadie, salvo los negros y los hispanos, usa los autobuses.
En el centro de Los Ángeles nos encontramos con el Guggemheim de Bilbao, pero que allí llaman el Walt Disney Music Center y que luego vimos que era un poco más pequeño. Me acordé una vez que estuve poniendo una lona con Jaime, en un noche de lluvia infernal en una grúa que no llegaba, (¿hay grúas que llegan?) y luego me acordé de varios compañeros de CME que encontré trabajando en el aeropuerto al salir de Madrid... ¡qué suerte tengo!
Estuvimos en Hollywood Blvd. que es el famoso paseo de las estrellas. Es un pequeño paseo, de apenas tres o cuatro metros de ancho (nada que ver con la anchura espectacular de los Campos Elíseos o del Paseo del Prado) con pequeños edificios flanqueándolo con aspecto de casas viejas de chapa, ladrillo y uralita.
Detrás de las calles principales están los callejones donde aparecen muertos todos los muertos de las películas, con grandes cubos de basura vacíos y la calle llena de basura y algún mendigo mendigando. Las estrellas son más pequeñas de lo que esperaba, pero al menos encontramos la de Marilyn y, como dice Jose, el que avisa es avisador..., y nos hicimos unas fotos ante su estrella.



Luego estuvimos en el REI de Santa Monica, comprando algunas cosillas que los gringos tienen para el campo y que por impensables en España, no son menos útiles. Al final se nos hizo un poco tarde, cogimos un autobús a las cinco de la tarde y llegamos al centro a las siete, ya de noche cerrada, donde debiamos coger otro autobús; aun con esas calles, llenas de mendigos, oscuras, y vacias, salvo por los mendigos y los maleantes (supongo), Mónica se empeñaba en buscar la parada del otro autobús que debíamos coger para llegar al hotel, y ante su tranquilidad y dominado por mi intranquilidad, decidí que era hora de coger un taxi y saber desde el principio cuánto nos iban a robar.
El taxista era mejicano, nos dijo que tenía el cambio de turno y que iría a por un colega (primera cosa que pone en las guias que hay evitar en los taxis), cambiamos de taxista sin sobresaltos y el segundo taxista nos dijo que tenía que cambiar de coche (¿terminaría el turno del coche?), nos metió en el callejón mas oscuro de todo LA, y entre basura, mendigos y una oscuridad impenetrable en la que no puedes ver a los mendigos porque todos son negros, cambiamos de coche. Finalmente nos dejó en el hotel sin problemas y no sé si nos timo algo, pero el taxi no fue muy caro.

2 comentarios:

Lorena dijo...

¡Hola Iñaki!, vaya aventura la tuya en Los Ángeles con las calles oscuras, sucias y los taxistas estafadores. Me recuerda un poco a Nueva York, que bueno, es una ciudad que impresiona y todo lo que quieras pero vaya, está bien conocer sitios nuevos pero está claro que unos dejan más huella que otros. No sé si yo me dejaré caer algún día por Los Ángeles, primero porque soy poco urbanita y segundo porque tras leer tu crónica del viaje las pocas ganas que tenía ahora mismo se me han ido. No obstante me ha parecido interesante y como soy amante de las aventuras y me fascina viajar, he disfrutado un montón leyendo tus impresiones. Hasta pronto!

Anónimo dijo...

La verdad es que me dejé caer por LA por motivos puramente económicos... era la manera más barata de llegar a Baja California, pero si me preguntas te diré que no vayas, no pierdas el tiempo, si eres poco urbanita (como yo) aprovecha y conoce alguna de las miles de ciudades interesantes del (viejo) mundo.
Saludos